miércoles, 11 de noviembre de 2009

Amén

La palabra Amén es quizá la aclamación litúrgica principal de la liturgia cristiana. El término Amén procede de la Antiguo Alianza: «Los levitas alzarán la voz, y en voz alta dirán a todos los hombres de Israel... Y todo el pueblo responderá diciendo: Amén» (Dt 27,15-26; +1Crón 16,36; Neh 8,6). Según los diversos contextos, Amén significa, pues: «Así es, ésa es la verdad, así sea». Por ejemplo, las cuatro primeras partes del salterio terminan con esa expresión: «Bendito el Señor, Dios de Israel: Amén, amén» (Sal 40,14; +71,19; 88,53; 105,48).

Pues bien, en la Nueva Alianza sigue resonando el Amén antiguo. Es la aclamación característica de la liturgia celestial (+Ap 3,14; 5,14; 7,11-12; 19,4), y en la tradición cristiana conserva todo su antiquísimo vigor expresivo (+1Cor 14,16; 2Cor 1,20). En efecto, el pueblo cristiano culmina la recitación del Credo o del Gloria con el término Amén, y con él responde también a las oraciones presidenciales que en la misa recita el sacerdote, concretamente a las tres oraciones variables -colecta, ofertorio y postcomunión- y especialmente a la doxología final solemnísima, con la que se concluye la gran plegaria eucarística. Y cuando el sacerdote en la comunión presenta la sagrada hostia, diciendo «El cuerpo de Cristo», el fiel responde Amén: «Sí, ésa es la verdad, ésa es la fe de la Iglesia».

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