
Señor nuestro Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, mira siempre con amor y misericordia a todos los sacerdotes, tus elegidos y consagrados. Recuerda que son seres frágiles como todos los humanos. Renueva en sus almas la gracia que recibieron por la imposición de las manos para que el infierno no prevalezca contra ellos y nunca hagan cosa alguna que desdiga de su vocación sublime.
Te encomendamos a nuestros sacerdotes; que con su palabra y ejemplo nos hagan buenos cristianos y nos lleven al cielo. Particularmente, te encomendamos a los sacerdotes que están cerca de nosotros, a los que nos bautizaron, a los que nos absuelven de nuestros pecados, a los que nos alimentan con tu Cuerpo y con tu Sangre e iluminan nuestra vida con las verdades de la fe.
¡Oh Jesús!, los encomendamos a todos en el regazo de tu santísima Madre, que es también Madre de todos los sacerdotes; que Ella los haga sacerdotes fieles a Ti y los mantenga siempre en Tus manos.
¡Oh Jesús!, guárdalos a todos en Tú corazón y bendícelos abundantemente así en el tiempo como en la eternidad. Amén.