Amigos que pasan y dejan su huella aqui. Gracias por estar .Paz a tu corazon

Recuerda amigo cuando entras a la Casa de Dios pisas Tierra Sagrada.

La Casa de Dios es el lugar más Santo de todo el universo. Cada vez que entres ,recuerda que allí ,vive Jesús en el Sagrario y te espera con AMOR.

Vístete decorosamente, apaga tu celular y ten fe que todo lo que pidas, si eres respetuoso , piadoso en tus actitudes y posturas en el Templo, sera recibido por el Señor con agrado .

Y tu alma ya no será la misma.

Haz silencio. Busca cerrar tus ojos y quédate quieto. Dios esta en su Casa. El Amor puede hablarte íntimamente .

Mi deseo es que Dios se manifieste en ti.


Cristo Resucito, DIOS VIVE ENTRE NOSOTROS

sábado, 8 de enero de 2011

EL CULTO AL SAGRADO CORAZÓN



Si el catolicismo occidental, en palabras de un célebre teólogo actual, se encuentra «en plena descomposición», no es porque no haya recibido del Cielo, a lo largo de los siglos que han seguido al declive de la Cristiandad, auxilios particularmente poderosos tanto para permitirle enderezar su acción en el campo de la comunidad humana, a la que tiene que inspirar y dar forma, como para reactivar la vida espiritual de los individuos. No es mi intención escribir la historia de todas estas intervenciones sobrenaturales y de su relativo fracaso, causa de la inquietante situación religiosa que se ofrece a nuestros ojos. Quisiera recordar tan sólo dos de estas intervenciones celestiales, que se encuentran entre las más importantes y de las que cabía esperar los mayores efectos para la cristiandad: la solemne institución del Rosario y la introducción del culto del Sagrado Corazón.
No es que estas dos «devociones» se encuentren totalmente olvidadas, pero sí es verdad que han pasado a segundo plano; además, y esto es más grave, la mayoría de quienes las practican, sean clérigos o laicos, no conocen más que su significado más exterior, de tal suerte que no constituyen más que meros ejercicios de piedad, lo cual es mejor que nada, desde luego, pero que sin embargo hace que se ignore su más profundo significado, valor, y por tanto eficacia, que son precisamente lo que hubiera repercutir en el destino del catolicismo. A mostrar este significado esencial van destinadas las reflexiones que siguen, pues las «devociones» siguen conservando naturalmente intactas sus secretas riquezas a disposición de quienes aspiren a ellas.
La historia del culto al Sagrado Corazón presenta un desarrollo de lo más paradójico. Por una parte, es una devoción que hunde sus raíces en el origen mismo de la dogmática cristiana, que gozó de la estima de numerosos santos, que fue objeto de una extraordinaria intervención celestial en Paray-le-Monial en el siglo XVII, y que siempre ha sido autentificada y favorecida por el magisterio supremo de la Iglesia; pero, en contrapartida, parece haberle estado reservado un extraño destino que la condenaba a cierta incomprensión por parte del pueblo cristiano y, en la actualidad, a decir verdad, a un verdadero desafecto.
Las causas de este desafecto actual son evidentes; fueron muy bien analizadas en una encuesta realizada en la década de los 50 pero cuyos resultados siguen siendo válidos todavía. De ella se desprendía que lo que aleja de esta devoción es el estrecho pietismo y el sentimentalismo en el que pronto se sumió y cuyo origen debe buscarse en un desconocimiento de la mística de tipo afectivo de los santos que han tenido revelaciones al respecto; mística que en realidad ocultaba una doctrina y una experiencia de orden totalmente teologal e intelectual en el verdadero sentido de la palabra (1). La deformación de esta mística y su «estereotipado», por decirlo así, originó manifestaciones devocionales privadas, de naturaleza totalmente superficial, libros piadosos que se aplicaban ante todo, o únicamente, a aspectos secundarios del culto en cuestión, además de una confusión fundamental que hacía que no se viese en el «corazón» otra cosa que un símbolo afectivo; y por último, y tal vez sobre todo, originó toda aquella masa de cantos amanerados, dulzarrones o ñoños, aquella proliferación de imágenes y estatuas pintarrajeadas del peor gusto, y la representación del Corazón divino en la forma extremadamente realista de víscera sanguinolenta, cosa que únicamente podía provocar repulsión y desacreditar indirectamente a un culto que naturalmente no tiene nada que ver con ese pietismo repulsivo.
Es importante por lo tanto, rechazar estos errores y desterrar todo ese batiburrillo pseudomístico para descubrir la verdad profunda de esa devoción, que no apunta a otra cosa que a hacernos penetrar en la esencia misma de la espiritualidad cristiana. (Jean Hani - Mitos, Ritos y Símbolos)


ALGO DE HISTORIA
Si bien, como hemos dicho ya y como se verá más adelante, la doctrina del Sagrado Corazón hunde sus raíces en los propios orígenes del cristianismo, su formulación expresa fue ante todo objeto de revelaciones privadas. Lo cual se explica por el hecho mismo de su importancia, debida a su carácter totalmente «interior», como señala justamente H. Montaigu en su excelente libro sobre Paray (2). El cristianismo tiene por dogmas oficiales los misterios, que, por otra parte, son también los arcanos de la vida contemplativa; Cristo desveló algunos desde el comienzo; los demás, poco a poco, en el transcurso de la historia de la salvación. Este es el caso del «misterio del Corazón». Y así se explica su carácter escatológico: la revelación de este misterio, que es el centro más interior de todo el misterio crístico, estaba reservada al período del «Fin de los tiempos», o dicho de otro modo, al fin del ciclo de nuestra humanidad. Eso es lo que se desprende de una revelación recibida del apóstol San Juan por Santa Gertrudis (siglo XVI). La santa le preguntó por qué no había escrito nada sobre el corazón de Cristo; San Juan le respondió: «Mi misión era anunciar a la Iglesia naciente la doctrina del Verbo increado de Dios Padre; pero, por lo que se refiere a este Corazón sagrado, Dios se reservó hacerlo conocer en los últimos tiempos, cuando el mundo comenzase a caer en la decrepitud, para reavivar la llama de la caridad ya enfriada»
Por eso, muy al contrario de no ser más que una devoción entre otras, el culto al Sagrado Corazón, que viene de lo más profundo del cristianismo, aparece como la tentativa, por parte del Cielo de enderezar y renovar toda la tradición cristiana, en el campo de la espiritualidad individual, por supuesto, pero también –cosa que suele olvidarse, o incluso ignorarse– en el campo intelectual y en el campo social.
Pero el sentido de este enderezamiento sólo puede captarse si se comprende el sentido profundo del símbolo que en cierta forma es su actor: el símbolo del Corazón mismo. Tanto es así que un autor totalmente cerrado a este simbolismo como A. Derumeaux, antes citado, al final de su estudio no ve más salida, como remedio a la pérdida de favor por parte del culto que nos ocupa, que minimizar el símbolo mismo para trasladar la devoción a la «persona» de Cristo y volver a una teología general del Salvador. Tal enfoque, como puede comprenderse fácilmente, equivaldría meramente a negar la especificidad de este culto, especificidad querida por Dios, señalémoslo, y a renunciar a él. Tanto es así que en este caso, como ocurre siempre, el símbolo es la clave de toda la doctrina y sobre todo, no lo olvidemos, de su eficacia. (Jean Hani - Mitos Símbolos y Ritos)


SIMBOLISMO y SIGNIFICADO
Todo el simbolismo y todo el significado del Sagrado Corazón está sintética y maravillosamente resumido en algunas invocaciones de las letanías que le están consagradas. El Corazón de Cristo es llamado «Templo santo de Dios», «Tabernáculo del Altísimo», «Casa de Dios y Puerta del Cielo», «Hoguera ardiente de caridad», «Santuario de la Justicia y del Amor», «Rey y Centro de todos los corazones», «Corazón donde reside la Plenitud de la Divinidad», «Fuente de vida y de santidad», «Corazón cuya plenitud se derrama sobre nosotros», «Corazón en el que se encuentran todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia».
Se ve de inmediato que tales denominaciones no pueden aplicarse al corazón tal como lo concibe el mundo moderno, o sea únicamente como centro emocional y sede de los sentimientos. Habría que referirse al menos al sentido que esta palabra tiene en el contexto bíblico, pues es el que rige el sentido que hay que darle en el contexto bíblico, pues es el que rige el sentido que hay que darle en el contexto cristiano. Para los hebreos, el corazón es el centro de toda la vida del hombre en todos los planos; es el centro metafísico del hombre, que integra todas sus facultades: razón, intuición y voluntad, pero es ante todo y en primerísimo lugar el órgano de la inteligencia pura, intuitiva, y el sentimiento y la afectividad sólo tienen que ver con él secundariamente, con el mismo título que las demás facultades. Esta es la concepción que heredaron los Padres de la Iglesia, especialmente los Padres orientales (3). Añadamos enseguida que esta concepción no es exclusiva de la tradición judeocristiana, sino que por el contrario es común a todas las tradiciones regulares, por la simplísima razón de que se trata de una verdad de origen ontológico y metafísico. (Jean Hani - Mitos, Ritos y Símbolos)

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