
Según Catalina de Siena, "el discernimiento no es otra cosa que el conocimiento verdadero que el alma ha de tener de sí misma y del Yo". Y Teresa de Jesús dice: "Tengo por más gran merced del Señor un día de propio y humilde conocimiento, aunque nos haya costado muchas aflicciones y trabajos, que muchos de oración" (9). Una de las características más indispensables de este autoconocimiento consiste en discernir de cuál de los tres ámbitos de la persona (cuerpo, psiquismo y espíritu) proceden los movimientos de consolación y desolación. Para ello es necesario conocer las leyes del propio cuerpo, del psiquismo y del espíritu.