Amigos que pasan y dejan su huella aqui. Gracias por estar .Paz a tu corazon

Recuerda amigo cuando entras a la Casa de Dios pisas Tierra Sagrada.

La Casa de Dios es el lugar más Santo de todo el universo. Cada vez que entres ,recuerda que allí ,vive Jesús en el Sagrario y te espera con AMOR.

Vístete decorosamente, apaga tu celular y ten fe que todo lo que pidas, si eres respetuoso , piadoso en tus actitudes y posturas en el Templo, sera recibido por el Señor con agrado .

Y tu alma ya no será la misma.

Haz silencio. Busca cerrar tus ojos y quédate quieto. Dios esta en su Casa. El Amor puede hablarte íntimamente .

Mi deseo es que Dios se manifieste en ti.


Cristo Resucito, DIOS VIVE ENTRE NOSOTROS

viernes, 28 de mayo de 2010

Thibirine Argelia

Muerte de San Matías

Autor: Cristiandad.org

En el repartimiento regional que los apóstoles hicieron para ejercer su ministerio, a san Matías el correspondió la Judea, en cuyas tierras predicó, hizo numerosos milagros, y descansó finalmente en la paz del Señor.

Era Matías doctísimo en la ley, limpio de corazón, ponderado, equilibrado y muy sutil en su análisis sobre las cuestiones relacionadas con la Sagrada Escritura; sumamente prudente en sus juicios, y de palabra fácil y elocuente. Con su predicación, milagros y prodigios, convirtió a muchos en Judea. Esta fue la causa que movió a los judíos que lo odiaban, a formarle proceso y a condenarle a morir apedreado. Dos falsos testigos que declararon contra él fueron los primeros en arrojar algunas piedras sobre su persona; pero el apóstol las recogió y manifestó su deseo de que aquellos guijarros fuesen enterrados con él para que sirvieran de testimonio contra sus verdugos. Después de haber sido apedreado, mientras con sus brazos extendidos hacia el cielo encomendaba su espíritu a Dios, acercóse a él un soldado y, conforme a la costumbre romana, con una afilada hacha le cortó la cabeza y puso fin a la vida del apóstol, cuyo cuerpo fue llevado desde Judea a Roma, y posteriormente desde Roma hasta Tréveris.

Muerte de Santiago el Menor

Autor: Cristiandad.org

A los treinta años de haber sido consagrado obispo, viendo los judíos que no podían matar a Pablo porque se había ido a Roma a apelar ante el césar, concitaron todo el furor de su odio religioso contra Santiago, y comenzaron a buscar algún pretexto para acusarle.

Unos cuantos judíos fueron entonces a ver a Santiago y le dijeron:

- Te rogamos que desengañes al pueblo y le hagas ver que se equivoca al creer que Jesús fue Cristo. Te suplicamos que el próximo día de Pascua, aprovechando la oportunidad de la gran cantidad de gente que viene a Jerusalén, hables a las multitudes y las disuadas de todas esas cosas que vienen admitiendo en relación con Jesús. Si así lo haces, tanto nosotros como el pueblo en general nos atendremos a su testimonio, reconoceremos que eres justo y que no te dejas influir por nadie.

El día de Pascua, aquellos mismos hombres que trataron de seducirle llevaron al apóstol a la terraza más alta del templo, a fin de pudiera ser bien visto y oído por las multitudes y le dijeron a voces:

- ¡Santiago! ¡Tú eres el más honesto de todos los hombres! Todos acatamos tu testimonio. Dinos, pues, aquí, públicamente, qué opinión te merece la actitud de esas gentes que andan por ahí errantes, detrás de ese Jesús crucificado.

Santiago, también con voz muy fuerte, respondió:

- ¿Queréis saber lo que yo pienso acerca del Hijo del hombre? Pues prestad atención: pienso que está sentado en el cielo, a la derecha del Sumo Poder, y que un día vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.

Los cristianos, al oír esta respuesta, la acogieron con gritos de jubilosa alegría y grandes aplausos; los fariseos y escribas, en cambio, comentaron entre sí:

- ¡Mal paso hemos dado al brindarle esta ocasión de que emitiera públicamente este testimonio acerca de Jesús! Enmendemos el error que hemos cometido: subámosle hasta las más altas almenas y arrojémosle desde ellas a la calle para que los creyentes se asusten y desechen sus creencias.

Así lo hicieron; lleváronle a lo más alto del Templo, y desde allí dijeron a gritos:

- ¡Oh! ¡Oh! ¡El que teníamos por justo se ha equivocado!

Dicho esto, le dieron un empujón y lo arrojaron al vacío, y en cuanto el apóstol llegó al suelo se arremolinaron contra él los judíos que habían presenciado desde abajo su caída, y empezaron a gritar:

- ¡Apedreemos a Santiago el Justo!

Seguidamente comenzaron a apedrearlo. Santiago, que pese a la altura desde la que cayó no se había hecho ningún daño, al ver que arrojaban piedras contra él se puso de rodillas, y en actitud de oración, levantando sus manos hacia el cielo, exclamó:

- ¡Señor! ¡Te ruego que los perdones, porque no saben lo que hacen!

Al iniciarse la pedrea, uno de los sacerdotes, hijo de Rahab, se encaró con la multitud y dijo:

- ¡Alto! ¡No tiréis piedras, os lo ruego! ¿Qué pretendéis hacer? ¿No os dais cuenta de que este santo varón al que estáis apedreando corresponde a vuestra crueldad orando por vosotros?

No obstante esta advertencia, uno de los fanáticos, con una pértiga de batanero, descargó sobre la cabeza del apóstol un golpe terrible, que le rompió el cráneo.

Con este género de martirio el alma del santo apóstol emigró al Señor en tiempo del emperador Nerón, que inició su reinado hacia el año 57 de nuestra era. Su cuerpo fue sepultado en el mismo sitio en que murió, a la vera del Templo. El pueblo trató de vengar su muerte y de apoderarse de quienes lo mataron para castigarles, pero los malhechores se dieron buena maña para escapar rápidamente de allí.

Muerte de San Pedro y San Pablo

Autor: Cristiandad.org

Los dos apóstoles se enfrentaron a Simón el Mago por los engaños que este último hacia a la gente, y tras un milagro que no da ahora lugar para relatar, quedó Simón tan avergonzado que tuvo que esconderse por un año antes de animarse a comparecer ante el público otra vez.

A pesar de lo que había pasado, posteriormente Simón volvió a Roma y reanudó la amistad que desde antes tenía con Nerón. Dice san León que el mago, después de su regreso, convocó al pueblo y dijo:

- Los galileos me han ultrajado gravemente. He decidido abandonar definitivamente esta ciudad en la que tantos favores os he hecho. No quiero seguir viviendo en la tierra. Oportunamente os comunicaré la fecha de mi ascensión al cielo.

Algunos días después convocó nuevamente al público para que cuantos lo deseasen fuesen testigos de su viaje a la gloria, y coronado de laurel subió, según algunos, a una torre muy alta, y según la versión de San Lino, al Capitolio, y desde la altura se lanzó al espacio y empezó a volar. Al ver aquello, Pablo dijo a Pedro:

- A mi me corresponde orar, y a ti dar las órdenes debidas.

Nerón, que se hallaba presente, dirigiéndose a los apóstoles, hizo este comentario:

- Este hombre es sincero; vosotros sois los embaucadores.

Entonces Pedro dijo a Pablo, que estaba orando:

- Pablo, levanta la cabeza y fíjate.

Levantó Pablo la cabeza y al ver que Simón seguía volando, dijo a Pedro:

- Pedro ¿qué esperas? Acaba la obra que comenzaste, que ya nos llama el Señor.

Pedro inmediatamente exclamó:

- ¡Espíritus de Satanás que lleváis a este hombre por el aire! ¡Yo os mando que no lo sostengáis más y que lo dejéis solo para que caiga y se estrelle!

En aquel preciso momento los demonios que lo sostenían, y llevaban volando por el aire, retiráronle su apoyo y Simón desde lo alto cayó al suelo, y al chocar contra él se rompió la cabeza y quedó muerto.

Entonces Nerón, lleno de dolor por el final trágico de aquel hombre, se encaró con los apóstoles y les dijo:

- No puedo fiarme de vosotros. Os daré un castigo conveniente para que os sirva de escarmiento.

Nerón cumplió su amenaza. Detuvo a Pedro y a Pablo y encargó su vigilancia a un ilustre romano llamado Paulino, el cual, a su vez, mandó a Mamertino que los llevara a la cárcel. Mamertino encerró a los dos apóstoles en un calabozo y confió la custodia de los dos presos a dos solados cuyos nombres eran Proceso y Martiniano, que, convertidos en seguida a la fe por San Pedro, abrieron las puertas de la prisión y dejaron en libertad a ambos prisioneros. Este hecho costó la vida a Proceso y Martiniano, pues Paulino, cuando Pedro y Pablo fueron martirizados, juzgó a ambos soldados y, al descubrir que eran cristianos, dio cuenta de ello a Nerón y mandó que fuesen inmediatamente decapitados.

Cuando Pedro salió de la cárcel, sus hermanos en la fe rogaron que huyera de la ciudad, y, aunque él al principio se resistió a hacerlo, finalmente convencido por ellos se dispuso a salir de Roma, y al llegar a una de las puertas de la muralla situada en el lugar que actualmente lleva el nombre de Santa María "ad passus", según San Lino y San León, vio a Cristo que venía hacia él. Pedro, al verlo, le dijo:

- Domine, quo vadis? O sea, Señor, ¿adónde vas?

- A Roma, para que me crucifiquen de nuevo.

- ¿Para que te crucifiquen de nuevo? – preguntó Pedro.

- Sí – contestó el Señor.

Entonces Pedro exclamó:

- En ese caso me vuelvo para que me crucifiquen también a mí contigo.

En aquel preciso momento el Señor subió al cielo ante la mirada atónita de san pedro que comenzó a llorar de emoción, porque repentinamente se dio cuenta de que la crucifixión de que Cristo había hablado era la que a él le aguardaba, es decir, la que el Señor iba nuevamente a padecer a través de su propia crucifixión. Inmediatamente volvió sobre sus pasos, se internó en la ciudad y refirió a los hermanos la visión que había tenido. Poco después, los soldados de Nerón lo detuvieron, y en calidad de prisionero lo condujeron a la presencia del prefecto Agripa. Según el relato de san Lino, la cara del apóstol, al comparecer ante el juez, brillaba como el sol.

Agripa al verle, le dijo:

- ¡De manera que tú eres ese sujeto que en determinadas reuniones con la plebe se da tanta importancia...! Tengo entendido que aprovechas tu influencia sobre las mujeres que te siguen para inculcarles que no se acuesten con sus maridos.

Pedro, encarándose con el prefecto, le respondió:

- Yo no me doy importancia ni presumo de nada ni de nada me glorío; pero sí te hago saber que lo único que de verdad me importa es ser fiel discípulo de mi Señor Jesucristo, el Crucificado.

Agripa condenó a Pedro a morir en una cruz; podía legalmente aplicársele este tormento, porque era forastero; en cambio, a Pablo, como era ciudadano romano y no podía según las leyes ser castigado con este procedimiento, lo condenó a muerte por el sistema de decapitación.

Dionisio, en carta escrita a Timoteo con motivo de la muerte de Pablo, habla de la condena recaída sobre uno y otro apóstol, y se expresa de esta manera: "¡Oh, hermano mío Timoteo! Si hubieses sido testigo de los últimos momentos de estos mártires, hubieras desfallecido de tristeza y de dolor. ¿Cómo oír sin llorar la publicación de aquellas sentencias en las que se decretaba la muerte de Pedro por crucifixión y la de Pablo por degollación? ¡Si hubieses visto como los gentiles y los judíos los maltrataban y lanzaban salivazos sobre sus rostros! Cuando llegó el momento en que deberían separarse para ser conducidos al lugar en que cada uno de ellos había de ser ejecutado, ¡momento verdaderamente terrible!, aquellas dos columnas del mundo fueron maniatadas entre los gemidos y sollozos de los hermanos que estábamos presentes. Entonces dijo Pablo a Pedro: "La paz sea contigo, ¡oh fundamento de todas las Iglesias y pastor universal de las ovejas y corderos de Cristo!". Pedro por su parte respondió a Pablo: "¡Que la paz te acompañe también a ti, predicador de las buenas costumbres, mediador de los justos y conductor de sus almas por los caminos de la salvación!". Una vez que separaron al uno del otro, pues no los mataron en el mismo sitio, yo seguí a mi maestro". Hasta aquí el relato de Dionisio.

León y Marcelo refieren que en el momento en que Pedro iba a ser crucificado, el apóstol dijo: "Cuando crucificaron a mi Señor, pusieron su cuerpo sobre la cruz en posición natural, con los pies abajo y la cabeza en lo alto, en esto sus verdugos procedieron acertadamente, porque mi Señor descendió desde el cielo a la tierra; a mí, en cambio, debéis ponerme de manera distinta: con la cabeza abajo y los pies arriba; porque además de que no soy digno de ser crucificado del mismo modo que Él lo fue, yo, que he recibido la gracia de su llamada, voy a subir desde la tierra hasta el cielo; os ruego por tanto que, clavar mis miembros a la cruz, lo hagáis de tal forma que mis pies queden en lo alto y mi cabeza en la parte inferior del madero. Los verdugos tuvieron a bien acceder a este deseo y, en consecuencia, colocaron el cuerpo del santo sobre la cruz de manera que sus pies pudiesen ser clavados separadamente en los extremos del travesaño horizontal superior, y las manos en la parte baja del fuste, cerca del suelo".

El público que asistió a este espectáculo, en un momento dado comenzó a amotinarse, a proferir gritos contra Nerón y contra el prefecto, a pedir la muerte de ambos y a intentar la liberación de Pedro; pero éste les suplicó que no impidiesen la consumación de su martirio. Según los relatos de Hegesipo y de Lino, el Señor premió a cuantos llorando de compasión presenciaron la escena terrible, abriendo sus ojos y permitiendo que vieran a Pedro, ya crucificado, rodado de ángeles que tenían en sus manos coronas de rosas y de lirios y a Cristo colocado a la vera del mártir mostrando al apóstol un libro abierto. Hegesipo dice que Pedro al ver junto a sí el libro que Cristo le mostraba, comenzó a leer en voz alta, para que todos lo oyeran, lo que estaba escrito en él, y que lo que leyó fue lo siguiente: "Señor, yo he deseado imitarte; pero no me he considerado digno de ser crucificado en la posición en que a ti te crucificaron; porque tú siempre fuiste recto, excelso, elevado; nosotros, en cambio, somos hijos de aquel primer hombre que hundió su cabeza en la tierra; por eso, ya en nuestra manera de nacer representamos la caída de nuestro primer padre, puesto que nacemos inclinados hacia el suelo, tendiendo a derramarnos sobre él y con una naturaleza de condiciones tan cambiadas y tan propensa a incurrir en errores, que frecuentemente lo que juzgamos correcto en realidad no lo es. Tú, Señor, para mí significas todas las cosas; lo eres todo para mí; fuera de ti, no quiero nada. Mientras viva y sea capaz de razonar y pueda hablar, te diré siempre y con toda mi alma: ¡Gracias, mi Dios!".

De la oración que acabamos de transcribir se deduce que fueron dos los motivos por los que este santo apóstol no quiso ser crucificado en la posición normal, en que lo fue Cristo.

Tras la visión que hemos referido, considerando san Pedro que los fieles que asistían a su martirio habían sido testigos de aquella glorificadora escena, dio gracias a Dios, encomendó a su misericordia a los creyentes y expiró. Sus discípulos Marcelo y Apuleyo desenclavaron su cuerpo, lo ungieron con variados aromas, y lo sepultaron.



San Pablo por su parte empezó a caminar con sus verdugos cuando se encontró con Plantila, que era una de sus discípulas. Dionisio dice que esta cristiana se llamaba Lemobia. Lemobia o Plantila – probablemente esta mujer tenía dos nombres – comenzó entre sollozos a encomendarse a las oraciones del apóstol, quien tratando de tranquilizarla le dijo:

- Plantila, hija de la salvación eterna: dame el velo con que cubres tu cabeza; con él quiero vendarme los ojos; más adelante te lo devolveré.

Mientras se lo daba, los verdugos, riéndose, dijeron a Plantila:

- ¡Qué tonta eres! ¿Cómo te fías de este mago impostor y le das esa tela tan preciosa que vale sin duda su buena cantidad de dinero? ¿Crees que la vas a recuperar? Ya puedes darla por perdida.

Llegados al sitio en que Pablo iba a ser decapitado, el santo apóstol se volvió hacia oriente, elevó sus manos al cielo y llorando de emoción oró en su propio idioma y dio gracias a Dios durante un largo rato; luego se despidió de los cristianos que estaban presentes, se arrodilló con ambas rodillas en el suelo, se vendó los ojos con el velo que Plantila le había dado, colocó su cuello sobre el tajo, e inmediatamente, en esta postura, fue decapitado; mas, en el mismo instante en que su cabeza salía despedida del tronco, su boca, con voz enteramente clara, pronunció esta invocación tantas veces repetida dulcemente por él a lo largo de su vida: "¡Jesucristo!". En cuanto el hacha cayó sobre el cuello del mártir, de la herida brotó primeramente un abundante chorro de leche que fue a estrellarse contra las ropas del verdugo; luego comenzó a fluir sangre y a impregnarse el ambiente de un olor muy agradable que emanaba del cuerpo del mártir y, mientras tanto, en el aire brilló una luz intensísima.

Sobre la muerte de San Pablo, Dionisio, en la carta a que nos hemos referido anteriormente, escribió a Timoteo lo siguiente: "En aquella tristísima hora, oh mi querido hermano, dijo el verdugo a Pablo: "Prepara tu cuello". Entonces el santo apóstol miró al cielo, hizo la señal de la cruz sobre su frente y sobre su pecho, y exclamó: "¡Oh Señor mío Jesucristo, en tus manos encomiendo mi espíritu!". Dicho esto, serenamente, con naturalidad, estiró su cuello y, al descargar el verdugo el hachazo con que le amputó la cabeza, recibió la corona del martirio; pero, en el mismo instante en que recibió el golpe mortal, el santísimo mártir desplegó un velo, recogió en él parte de la sangre que brotó de su herida, plegó de nuevo la tela, la anudó y se la entregó a Lemobia".

Muerte de Santiago el Mayor

Autor: Cristiandad.org

También se debió la muerte de este santo apóstol – en cierta forma – a su lucha contra los ardides de un hechicero, llamado Hermógenes, aunque en su caso pudo Santiago lograr una conversión tan sincera que el antiguo mago se convirtió en uno de sus discípulos más virtuosos y perfectos. Esto ocurrió al regresar Santiago de España, donde su evangelización había tenido muy poco resultado hasta entonces, y en donde dejó discípulos suyos para volver él a Judea.

Cuando los judíos se convencieron de que la conversión de Hermógenes era sincera hicieron responsable de ella a Santiago, se presentaron ante él alborotados, le increparon y trataron de impedir que siguiera predicando la doctrina de Cristo crucificado. Santiago, empero, recurriendo a las Escrituras, les demostró como en Jesús se habían cumplido todas las profecías que en ella se contenían acerca del nacimiento y sacrificio del Mesías, y probó estas verdades con tal claridad que muchos de los judíos se convirtieron. Esto provocó tan enorme indignación en Abiatar, a quien correspondía el ejercicio del pontificado aquel año, que sublevó al pueblo contra el apóstol. Algunos de los amotinados lograron apoderarse de él, le ataron una soga al cuello, lo condujeron en presencia de Herodes Agripa y consiguieron que éste lo condenara a muerte. Cuando lo conducían al lugar en que iban a degollarlo, un paralítico que yacía tendido en el suelo a la vera del camino comenzó a invocar al apóstol y a pedirle a voces que lo curara. Santiago lo oyó y le dijo:

- En nombre de Jesucristo, cuya fe he predicado y defiendo y por cuya causa voy a ser decapitado, te ordeno que te levantes del suelo completamente curado y que bendigas al Señor.

El paralítico se levantó, sintióse repentina y totalmente sano, y prorrumpió en acciones de gracias a Dios.

Al ver este prodigio, el escriba Josías, que había puesto la soga al cuello de Santiago y hasta entonces continuaba agarrado al ramal y tirando de él, arrojóse a los pies del santo y le suplicó que lo recibiera como cristiano. Pero Abiatar, que se hallaba presente, agarró a Josías, lo zarandeó y le dijo:

- Si ahora mismo no maldices a Jesucristo, haré que te degüellen al mismo tiempo que a Santiago.

Josías respondió:

- A quien maldigo es a ti. Óyeme bien: ¡Maldito seas tú, y maldito todo el tiempo que vivas! Sigue escuchando: ¡Bendito sea el nombre de mi Señor Jesucristo por los siglos de los siglos!

Abiatar ordenó a algunos de los judíos que descargaran sobre el rostro de Josías una buena tanda de bofetadas y envió un mensajero a Herodes solicitando el necesario permiso para proceder a la decapitación del escriba convertido.

Una vez que llegaron al sitio en que iban a ser degollados, Santiago pidió al verdugo una redoma con agua. El verdugo se la proporcionó. Con aquella agua bautizó el apóstol a Josías e inmediatamente después ambos fueron decapitados coronando de este modo uno y otro sus vidas con el martirio.

Poco después de que el santo fuese degollado, una noche algunos de sus discípulos, tomando las debidas precauciones para no ser vistos se apoderaron del cuerpo del apóstol y se lo llevaron consigo. Embarcaron en una nave, y rogaron a Dios que los guiara con su providencia y los condujera donde Él quisiese que aquellos venerables restos fuesen sepultados. Conducida por un ángel del Señor la barca comenzó a navegar y navegando continuó hasta arribar a las costas de Galicia, región de España que por aquel tiempo estaba gobernada por una mujer llamada Loba. Al llegar a tierra desembarcaron el cuerpo y lo colocaron sobre una inmensa piedra, la cual, como si fuese de cera, repentinamente adoptó la forma de un ataúd y se convirtió milagrosamente en el sarcófago del santo. Seguidamente los discípulos del apóstol fueron a ver a la reina Lupa o Loba y le dijeron:

- Nuestro Señor Jesucristo te envía el cuerpo del apóstol Santiago, porque quiere que acojas muerto y con benevolencia al que no quisiste escuchar cuando estaba vivo.

Muerte de San Bartolomé, apostol

Autor: Cristiandad.org

Cuando San Bartolomé se fue a la India, comenzó a echar a los demonios de los templos en que eran adorados y escuchados a través de sus profetas. Muchísimos milagros operó el santo en este sentido. Y por estos milagros, Polimio el rey se convirtió junto a su familia y renunció al trono, haciéndose discípulo del apóstol. A partir de entonces rigió los destinos del reino un hermano de Polimio, llamado Astiages. Poco después de que este iniciara su reinado, los pontífices de los templos paganos celebraron una asamblea y en ella acordaron quejarse ante el nuevo monarca por los daños inferidos a los dioses con la profanación del templo real y la destrucción de las imágenes de los ídolos; y, en efecto, se presentaron ante Astiages y acusaron al apóstol de haber ocasionado con sus artes mágicas los mencionados destrozos y de haber pervertido a Polimio. Astiages se hizo eco de la denuncia y, dejándose llevar de la cólera, ordenó que inmediatamente mil soldados, perfectamente armados, salieran en persecución de Bartolomé, al que sus perseguidores capturaron y condujeron ante el nuevo rey.

- ¡De modo, dijo el rey al apóstol, que tú eres el hombre que pervirtió a mi hermano!

- Yo no pervertí a tu hermano, sino que lo convertí, dijo Bartolomé.

A esto replicó Astiages:

- Pues voy a hacer contigo lo que tú hiciste con él; como tú obligaste a Polimio a renegar de mi dios y a creer en el tuyo, yo te obligaré a ti a renegar del tuyo y a creer en el mío.

El apóstol puntualizó:

- Yo lo que hice fue vencer al dios al que tu hermano adoraba, mostrarlo maniatado ante el público, y exigirle que rompiera las imágenes de los ídolos. Prueba tú a hacer lo mismo con el mío. Si consigues maniatar a mi Dios, te prometo que adoraré al tuyo; pero si no lo consigues, continuaré destruyendo las estatuas de tus falsas divinidades, y si tú fueses razonable te convertirías a mi religión como se convirtió tu hermano.

En esto alguien se presentó ante el rey y le comunicó que la imagen de Baldach, otro de sus ídolos, acababa de caer rodando por el suelo y de romperse en mil pedazos. El rey, al oír esta noticia, rasgó su manto púrpura, mandó que apalearan al apóstol y que tras propinarle una enorme paliza lo desollaran vivo.

Sobre el género de martirio padecido por San Bartolomé existen diferentes versiones. Según san Doroteo, fue crucificado. He aquí las propias palabras de este santo: "San Bartolomé dio a conocer el evangelio de san Mateo a los indios, predicándoles en la lengua que ellos hablaban, y murió crucificado cabeza abajo, en Albana, ciudad de la extensa región de Armenia". San Teodoro afirma que fue desollado. En cambio, en otros muchos libros se lee que este apóstol fue decapitado. Estas versiones, empero, no son necesariamente contradictorias, sino que, al contrario, todas ellas pueden ser verdaderas, conciliables entre sí y complementarias, puesto que bien pudo ocurrir que el santo apóstol fuese primeramente crucificado; luego, antes de morir, descolgado de la cruz y desollado vivo, para hacerle sufrir más; y, finalmente, estando todavía con vida, decapitado.

Ejecutada en todos sus extremos esta orden, los cristianos recogieron el cuerpo de santo mártir y reverentemente lo enterraron.

Muerte de San Mateo

Autor: Cristiandad.org

Se encontraba el apóstol en Nadaver, ciudad de Etiopía, cuando tras la muerte del rey converso Egido, subió al trono Hitarco. El nuevo monarca, arrebatado del apasionado amor que sentía por Efigenia, ofreció a Mateo la mitad de su reino a cambio de que convenciera a la joven para que le aceptara pro esposo. El apóstol contestó a Hitarco:

- Tu antecesor iba a la Iglesia; ve tú también a ella el próximo domingo y escucha atentamente el sermón que pienso predicar a Efigenia y a sus compañeras acerca de la licitud del matrimonio y de las ventajas que la vida matrimonial comporta.

El rey, creyendo que Mateo iba a tratar de convencer a Efigenia de que debería aceptar las proposiciones conyugales que él le hacía, el domingo acudió a la iglesia ilusionado y lleno de alegría. Mateo predicó ante Efigenia y ante el pueblo un largo sermón ponderando las excelencias del matrimonio. Hitarco, mientras le oía, reafirmaba su posición de que el predicador, a través de los magníficos conceptos que en su sermón exponía, intentaba inclinar el ánimo de Efigenia hacia la vida matrimonial; y tan persuadido estaba de que ésta era la intención de Mateo, que aprovechando una pausa que éste hizo y que él interpretó como si el sermón hubiese terminado, se levantó de su asiento y felicitó efusivamente al predicador. Mateo rogó al rey que guardara silencio, que se sentara de nuevo y que continuara escuchando, pues el sermón no había terminado. Luego prosiguió su discurso de esta manera: "Cierto que el matrimonio, si los esposos observan escrupulosamente las promesas de fidelidad que al contraerlo mutuamente se hacen, es una cosa excelente. Pero prestad todos mucha atención a lo que ahora voy a decir: supongamos que un ciudadano cualquiera arrebatara la esposa a su propio rey. ¿Qué ocurriría? Pues que no sólo el usurpador cometería una gravísima ofensa contra su soberano, sino que automáticamente incurriría en un delito que está castigado con pena de muerte; e incurriría en ese delito, no por haber querido casarse, sino por haber quitado a su rey algo que legítimamente le pertenecía, y por haber sido el causante de que la esposa faltase a la palabra de fidelidad empeñada ante su verdadero esposo. Ahora bien; puesto que así son las cosas, ¿cómo tú, Hitarco, súbdito y vasallo del rey eterno, sabiendo que Efigenia al recibir el velo de las vírgenes ha quedado consagrada al Señor y desposada con Él, te atreves a poner en ella tus ojos y pretendes hacerla incurrir en infidelidad a su verdadero esposo que es precisamente tu soberano?"

En cuanto oyó esto, Hitarco, arrebatado de ira, salió furioso de la iglesia. Mateo, sin inmutarse, continuó su plática, exhortó a los oyentes a la paciencia y a la perseverancia, al final del sermón bendijo a las vírgenes y en especial a Efigenia que, asustada, se había arrodillado ante él, y luego prosiguió al celebración de la misa; mas en el preciso momento en que terminaba, cuando aún estaba ante el altar orando con los brazos extendidos hacia el cielo, un sicario enviado por el rey se acercó a él, le clavó una espada en la espalda, lo mató y lo convirtió en mártir.

Poco después intentó el rey quemar la casa en que vivían las vírgenes, pero el santo apóstol se apareció ante ellas y las rescató de las llamas. Hitarco contrajo lepra y se suicidó con su propia espada. El pueblo entonces proclamó rey a un hermano de Efigenia, bautizado años antes por san Mateo, y la fe pudo a partir de entonces propagarse por tierras etíopes durante muchos años.

Muerte de San Simón y San Judas Tadeo, apostoles del Señor

Autor: Cristiandad.org

Estando los apóstoles en Babilonia convirtieron a gran cantidad de gente, entre la que se encontraba el rey y muchos ricos.

Dos hombres que hacían magia e idolatría se trasladaron a una población llamada Samir en la que vivían setenta pontífices de los ídolos, y se dedicaron a predisponer a sus habitantes contra los apóstoles, incitándoles a que, cuando vinieran a predicarles su religión, los mataran si se negaban a ofrecer sacrificios en honor de los dioses.

Tras evangelizar toda la provincia, Simón y Judas se presentaron en Samir y, en cuanto llegaron, los habitantes de esta ciudad se arrojaron sobre ellos, los prendieron y los llevaron a un templo dedicado al sol; mas, tan pronto como los prisioneros penetraron en el recinto, los demonios, por medio de ciertos energúmenos, empezaron a decir a voces:

- ¿A qué venís aquí, apóstoles del Dios vivo? Sabéis de sobra que entre vosotros y nosotros no hay nada en común. Desde que llegasteis a Samir nos sentimos abrasados por un fuego insoportable.

Acto seguido aparecióse a Judas y a Simón un ángel del Señor y les dijo:

- Elegid entre estas dos cosas la que queráis: o que toda esta gente muera ahora mismo repentinamente, o vuestro propio martirio.

Los apóstoles respondieron:

- La elección ya está hecha. Pedimos a Dios misericordioso una doble merced: que conceda a esta ciudad la gracia de su conversión, y a nosotros el honor de morir mártires.

A continuación, Simón y Judas rogaron a la multitud que guardara silencio, y, cuando todos estuvieron callados, hablaron ellos y dijeron:

- Para demostraros que estos ídolos no son dioses, y que en su interior hay demonios agazapados, vamos a mandar a los malos espíritus que salgan inmediatamente de las imágenes en que permanecen escondidos, y que cada uno de ellos destruya la estatua que hasta ahora le ha servido de escondite.

Seguidamente los apóstoles dieron la orden anunciada, y en aquel mismo momento, de las dos estatuas que había en el templo salieron sendos individuos horrendos que en presencia de los asistentes destrozaron las imágenes de cuyo interior salieron, y rápidamente escaparon de allí dando voces y alaridos. Mientras la gente, impresionada pro lo que acababa de ver, permanecía muda de asombro, los pontífices paganos, irritados, se arrojaron sobre uno y otro apóstol y los despedazaron. En el preciso instante en que Simón y Judas murieron, el cielo, que hasta entonces había estado sereno y completamente despejado, se cubrió repentinamente de nubarrones; se organizó una terrible tormenta que derrumbó el templo aplastando a los magos.

Cuando el rey tuvo noticia de que Simón y Judas habían sido martirizados, recogió sus cadáveres, los trasladó a la capital del reino y les dio sepultura en una magnífica y suntuosa iglesia que mandó construir en su honor.

Como murio San Juan Evangelista, el discipulo mas amado de Cristo?

Autor: Cristiandad.org

Sesenta y siete años después de la Pasión del Señor, cuando san Juan tenía ya 98 de edad, Jesucristo, escribe san Isidoro, se apareció al apóstol y le dijo: "Mi querido amigo, ven a mí; ha llegado la hora de que te sientes en mi mesa con el resto de tus hermanos". Al oír estas palabras, Juan intentó ponerse en pie e hizo ademán de ir hacia su Maestro, pero éste le manifestó: "Espera hasta el domingo". Al domingo siguiente, muy de madrugada, a la hora en que el gallo suele cantar, todos los fieles se congregaron en la iglesia que habían construido en honor del apóstol y éste empezó a predicarles, exhortándolos a que cumplieran fervorosamente los divinos mandamientos. Acabado el sermón, mandóles que cavaran su sepultura a la vera del altar y que sacaran la tierra fuera del templo. Cuando la fosa estuvo dispuesta, el santo bajó hasta el fondo de la misma, tendióse en ella, alzó las manos hacia el cielo y pronunció la siguiente oración: "Señor Jesucristo: Me has invitado a sentarme a tu mesa: allá voy, siempre, con toda mi alma, he deseado estar contigo". De pronto la fosa quedó envuelta por una luz vivísima, cuyos resplandores nadie pudo resistir. Momento después cesó la deslumbrante claridad y los asistentes advirtieron que, mientras duró, había descendido sobre el cuerpo del apóstol una extraña sustancia a manera de arena finísima que lo cubría enteramente, llenaba la sepultura y desbordaba de ella. Es arena, semejante a la que hay en el fondo de algunas fuentes, puede verse todavía hoy en su sepulcro, como si se generara constantemente en el fondo del mismo.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Madre coraje inglesa entregó su vida por salvar a su hijo

La Soberbia y la Humildad – Sermones del Cura de Ars

Es el primero de una serie de hermosos y edificadores sermones de San Juan María Vianney, el Santo cura de Ars, que les presentaremos. En este primero el Santo Cura de Ars nos habla de La Soberbia y la Humildad.



Ay hijos míos, por un pecado que tal vez durará un solo momento, un castigo que durará toda una eternidad. Lo más terrible de ese pecado es que cuanto más domina al hombre, menos culpable se cree este del mismo: en efecto jamás el orgulloso querrá convencerse de que lo es, ni jamás reconocerá de que no anda bien, todo cuanto hace y todo cuanto habla está bien hecho y bien dicho…

En efecto, hijos míos, aunque tuvieses todas las demás virtudes, si os faltase la humildad, nada tendríais. Abandonad toda vuestra fortuna a los pobres, llorad los pecados durante todas vuestra vida, someteos a todas las penitencias que vuestro cuerpo pueda soportar, pasad lo años de vuestra existencia en el desierto, pero si no tenéis humildad habréis de condenaros…

por Francisco

lunes, 17 de mayo de 2010

VEN, ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo,
y envía del Cielo
un rayo de tu luz.

Ven, padre de los pobres,
ven, dador de gracias,
ven luz de los corazones.

Consolador magnífico,
dulce huésped del alma,
su dulce refrigerio.

Descanso en la fatiga,
brisa en el estío,
consuelo en el llanto.

¡Oh luz santísima!
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.

Sin tu ayuda,
nada hay en el hombre,
nada que sea bueno.

Lava lo que está manchado,
riega lo que está árido,
sana lo que está herido.

Dobla lo que está rígido,
calienta lo que está frío,
endereza lo que está extraviado.

Concede a tus fieles,
que en Ti confían
tus siete sagrados dones.

Dales el mérito de la virtud,
dales el puerto de la salvación,
dales la felicidad eterna.

lunes, 10 de mayo de 2010

San Juan de Ávila10 de Mayo




Juan de Avila, nació en Almodóvar del Campo, en Castilla la Nueva. Estudió filosofía y teología en la Universidad de Alcalá. Fue considerado como uno de los más influyentes y elocuentes jefes religiososo de la España del siglo XVI. Fue amigo de San Ignacio de Loyola y consejero espiritual de Santa Teresa, además de San Francisco de Borja. Ordenado ya como sacerdote mostró tal elocuencia, que el Arzobispo de Sevilla le pidió que se dedicara a la evangelización en su país. Trabajó durante 9 años en las misiones de Andalucía.

El Beato, fue acusado ante la Santa Inquisición de Sevilla por predicar el rigorismo y la exclusión de los ricos del Reino de los Cielos. Luego de ser liberado, se dedicó a misionar en todas las regiones de España, principalmente en las ciudades. Los más famosos de sus escritos son sus cartas y el tratado: "Audi Filia".

Fue beatificado en 1894. La Compañía de Jesús celebra su fiesta como si se tratase de uno de sus miembros, ya que Juan veneró siempre a esta orden y a su fundador. Fue sepultado en Montilla.

Las reliquias de Santa Teresa de Lisieux del Niño en Sudafrica

JOHANNESBURGO, 09 May. 10 / 10:34 pm (ACI)

Las reliquias de Santa Teresa de Lisieux del Niño Jesús serán expuestas por primera vez en Sudáfrica, del 27 de junio hasta fines de septiembre, coincidiendo con la realización del mundial de fútbol que se desarrollará en este país del 11 de junio al 11 de julio.

Así lo dio a conocer la Iglesia en Sudáfrica desde su sitio en Internet www.churchontheball.com creado para resaltar la importancia que tiene para la vida espiritual de las persona la práctica del deporte.

La llegada de las reliquias, promovida por un grupo de jóvenes de la parroquia de San Francisco de Asís en Yeonville, en Johannesburgo, cuenta también con el apoyo del Arzobispo de esta ciudad, Mons. Joseph Tlhagale.

Del 27 de junio al 12 de julio, las reliquias de esta Santa y Doctora de la Iglesia estarán en la capital, para pasar luego por la "Ruta Santa Teresa" que recorrerá las provincias de Limpopo, Gauteng, Free State, Eastern Cape y Western Cape.

Toda la Iglesia en Sudáfrica, explica la nota, "espera que la presencia de las reliquias de Santa Teresa de Lisiexu pueda ayudar a los sudafricanos a reforzar su se, desafiar a todo a llevar una vida de fe y seguir la propia vocación como hizo la santa. Los fieles también son alentados a acompañar la llegada de las reliquias con proyectos e iniciativas especiales de parte de las parroquias, diócesis, escuelas y conventos".

El Arzobispo de Durban, Cardenal Wilfrid Fox Napier, señala "la Iglesia en Sudáfrica quiere acoger la ocasión de la Copa del mundo para evidencia el rol importante que el deporte tiene en nuestra cultura africana".

Más información (en inglés): www.churchontheball.com

jueves, 6 de mayo de 2010

Santo Domingo Savio 6 de mayo


Domingo Savio tuvo una vida muy sencilla, pero en poco tiempo recorrió un largo camino de santidad, obra maestra del Espíritu Santo y fruto de la pedagogía de san Juan Bosco.

Había nacido en San Giovanni di Riva (cerca de Chieri, provincia de Turín) en una familia pobre de bienes materiales, pero rica de fe. Su niñez quedó marcada por la primera comunión, hecha con fervor a los siete años, y se distingue por el cumplimiento del deber. A sus doce años tuvo lugar un acontecimiento decisivo: el encuentro con San Juan Bosco, que lo acoge, como padre y guía, en Valdocco (Turín) para cursar los estudios secundarios. Al descubrir entonces los altos horizontes de su vida como hijo de Dios, apoyándose en su amistad con Jesús y María se lanza a la aventura de la santidad, entendida como entrega total a Dios por amor. Reza, pone empeño en los estudios, es el compañero más amable. Sensibilizado en el ideal del Da mihi ánimas de san Juan Bosco, quiere salvar el alma de todos y funda la compañía de la Inmaculada, de la que saldrán los mejores, de la que saldrán los mejores colaboradores del fundador de los salesianos.

Habiendo enfermado de gravedad a los 15 años, regresa al hogar paterno de Mondonio (provincia de Asti), donde muere serenamente el 9 de marzo de 1857 con la alegría de ir al encuentro del Señor. Pío XII lo proclamó santo el 12 de junio de 1954.

miércoles, 5 de mayo de 2010

El indispensable arte del discernimiento segun Santa Catalina y Santa Teresa


Según Catalina de Siena, "el discernimiento no es otra cosa que el conocimiento verdadero que el alma ha de tener de sí misma y del Yo". Y Teresa de Jesús dice: "Tengo por más gran merced del Señor un día de propio y humilde conocimiento, aunque nos haya costado muchas aflicciones y trabajos, que muchos de oración" (9). Una de las características más indispensables de este autoconocimiento consiste en discernir de cuál de los tres ámbitos de la persona (cuerpo, psiquismo y espíritu) proceden los movimientos de consolación y desolación. Para ello es necesario conocer las leyes del propio cuerpo, del psiquismo y del espíritu.

martes, 4 de mayo de 2010

NOS PIDEN ORACIONES:LOShinduistas EXTREMISTAS QUEMARON 20 IGLESIAS EN LA INDIA

PEDIDO DE ORACIÓN! PARA NUESTROS MISIONEROS Y HERMANOS Y HERMANAS EN LA INDIA...

Recibí este mensaje en francés y lo traduzco para ustedes: Por favor recen por las iglesias cristianas en la India, los budistas Extemistas quemaron 20 iglesias anoche. Esta noche planifican destruir 200 iglesias en la provincia de Olisabang. Planifican matar a 200 misioneros en las próximas 24hs. En este momento todos los cristianos se están escondiendo en los pueblos. Por favor recen por ellos y envien este mensaje a todos los cristianos que conozca. Por favor, pídanle a Dios de dispensar a los hermanos y hermanas de la India. Cuando reciban este mensaje, por favor envien este pedido de oracion urgente. Por favor recen por ellos y pongan este pedido delante de nuestro todopoderoso y victorioso Señor. Gracias por su colaboracion.
Por favor recen para que nuestros hermanos y hermanas sean salvados.
Hermano Germain Lasoucière (Quebec)

Requête de prières ! Urgent pour nos missionnaires et nos frères et s½urs aux Indes...
j'ai reçu ce message en anglais et je l'ai traduit pour vous le voici : S.V.P. priez pour les églises chrétiennes en Inde, les hindouistes Extrémistes en Inde ont brûlés 20 églises hier soir. Ce soir ils planifient de détruire 200 églises dans la province de Olisabang. Ils planifient de tuer 200 missionnaires dans les prochaines 24 heures. Présentement tous les chrétiens se cachent dans les villages. S.V.P. priez pour eux et envoyer ce message à tous les chrétiens que vous connaissez. S.V.P. demandez à Dieu de faire grâce aux frères et s½urs en Inde. Quand vous allez recevoir ce message S.V.P. envoyez cette requête de prière urgente. S.V.P. priez pour eux et soumettez cette requête devant notre tout puissant et victorieux Seigneur. Merci de votre collaboration !
SVP. Priez que nos frères et s½urs soient épargnés.

del Blog de Sor Cecilia

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Aqui estoy solo para Glorificar a Dios y hacerlo Amar.