Amigos que pasan y dejan su huella aqui. Gracias por estar .Paz a tu corazon

Recuerda amigo cuando entras a la Casa de Dios pisas Tierra Sagrada.

La Casa de Dios es el lugar más Santo de todo el universo. Cada vez que entres ,recuerda que allí ,vive Jesús en el Sagrario y te espera con AMOR.

Vístete decorosamente, apaga tu celular y ten fe que todo lo que pidas, si eres respetuoso , piadoso en tus actitudes y posturas en el Templo, sera recibido por el Señor con agrado .

Y tu alma ya no será la misma.

Haz silencio. Busca cerrar tus ojos y quédate quieto. Dios esta en su Casa. El Amor puede hablarte íntimamente .

Mi deseo es que Dios se manifieste en ti.


Cristo Resucito, DIOS VIVE ENTRE NOSOTROS

jueves, 28 de enero de 2010

Santo Tomás de Aquino , Psicólogo

La actividad correspondiente a lo que en nuestros días se denomina Psicología fue desarrollada en modo eminente, aunque por supuesto diferente en su contexto, modalidad, resultados y objetivos, por Santo Tomás de Aquino en su dimensión de “humanista”.


La actividad correspondiente a lo que en nuestros días se denomina Psicología
fue desarrollada en modo eminente, aunque por supuesto diferente en su contexto, modalidad, resultados y objetivos, por Santo Tomás de Aquino en su dimensión de “humanista”.

La afirmación que acabamos de formular contiene una tesis de la mayor importancia. En efecto, envuelve una gran cantidad de datos especulativos y valorativos acerca de su pensamiento y de nuestra situación actual, así como, en parte un proyecto de acción cultural.


El casi instintivo rechazo que produce en algunos la aserción arriba consignada, por otra parte, no es independiente de los factores más profundos que determinan el desarrollo de la honda crisis en la que se encuentra la cultura cristiana y católica. En efecto, muchos ven aquí, con razón, un punto en el que se dividen las aguas respecto de la relación del cristianismo con la cultura moderna. Muchos, además, no quieren sacar las consecuencias que derivan en términos de combate cultural de admitir que Santo Tomás se refiere a la cosa misma a la que también se refieren Freud, Jung, Adle, Frankl.


La admisión de esta verdad, para muchos, equivale a la renuncia a navegar en el río que arrastra la cultura contemporánea; y a ello no están dispuestos. Freud, sin embargo, para reducirnos sólo al más influyente de los psicólogos, sabía muy bien que él intentaba dar otra explicación a lo mismo que toda la más genuina tradición cristiana había declarado desde la fe.

La renuencia a admitirlo por parte de los teólogos, filósofos, y psicólogos que se consideran católicos, además de su superficial conocimiento de la doctrina de Freud y de otros psicólogos clásico, manifiesta su falta de claridad epistemológica y eventualmente su debilidad profunda para extraer a fondo las consecuencias de su fe. En efecto, como nos enseña el Concilio Vaticano II, en realidad el misterio del hombre solamente encuentra verdadera luz en el misterio del Verbo encarnado (2) Y no se trata simplemente de aquello de lo que se ocupa la antropología filosófica, sin o muy especialmente de la condición concreta del hombre al que Cristo vino a salvar.


De esa condición concreta, a sus últimos niveles de profundidad, tara Freud, y también Santo Tomás. Naturalmente, uno desde su ateísmo nietzscheano, y el otro desde la luz de la Escritura divina y de la Razón natural.


continua en comentario

Escritores, siquiatras, filósofos Ateos convertidos al Cristianismo.

Autor: P. Ángel Peña | Fuente: Libro ateos y Judíos Convertidos.
Escritores, siquiatras, filósofos Ateos convertidos al Cristianismo.
Svetlana Stalin, Sergio Peña, Sandra Elam, Janne Haaland, tocados por la gracia de Dios, dejan todo y siguen a Cristo en la fe católica.



SVETLANA STALIN, conocida escritora, hija del famoso dictador comunista
Joseph Stalin. Su testimonio lo ha publicado en Lettera del Foyer en 1995. dice: Los
primeros 36 años de mi vida los pasé en el Estado ateo de Rusia. De Dios no se
hablaba. Mi abuela materna, Olga Allilouieva, sí nos hablaba de Dios: de ella escuché
por primera vez las palabras alma y Dios. En una ocasión, cuando mi hijo tenía 18
años, enfermó. No quería ir al hospital, a pesar de la insistencia del doctor. Por
primera vez en mi vida, a los 36 años, pedí a Dios que lo curara.

Después de su curación, un sentimiento intenso de la presencia de Dios me
invadió... Dios me hizo conocer al sacerdote más maravilloso que podía encontrar, al
Padre Nicolás Goloubtzov. Yo tenía necesidad de ser instruida sobre los dogmas
fundamentales del cristianismo y fui bautizada el 20 de mayo de 1962 en la fe ortodoxa.
Conocí a los católicos en Suiza, cinco años después de mi bautismo en la Iglesia
ortodoxa rusa. Después me trasladé a USA y me casé. Pero pronto vino la turbación y
la amargura y todo terminó en la separación conyugal... Durante estos años, mi vida
religiosa estaba confusa como todo el resto. Me encontraba frente a un cristianismo
americano múltiple. Cada denominación me invitaba. Busqué también en la Ortodoxia
la solución de mi búsqueda personal. Las respuestas a mis interrogantes me parecían
demasiado abstractas.

Un día recibí la carta de un sacerdote católico italiano de Pennsylvania, el
Padre Garvolino, que me invitó a visitar el santuario de Fátima, en Portugal, con
ocasión de los 70 años de las apariciones. De momento no fue posible, pero nuestra
correspondencia y amistad duró más de 20 años y me enseñó muchas cosas... En 1976
encontré en California una pareja de católicos, Rose y Michael Ginciracusa. Viví dos
años con ellos. Su piedad discreta y su solicitud por mí y mi hija me conmovieron
profundamente. En 1982 viajamos a Inglaterra para que mi hija recibiera allí una
buena educación europea. Mis contactos con los católicos continuaron siempre
alentadores, y me permitieron acercarme cada vez más a la Iglesia Católica. Y así, en
un frío día de diciembre, me brotó naturalísima la decisión esperada largo tiempo de
entrar en la Iglesia católica, mientras vivía en Cambridge, Inglaterra. Los años de mi
conversión han sido plenos de felicidad. En la Iglesia ortodoxa oriental una confesión
raramente es escuchada; generalmente, una vez al año por Pascua y sin la discreción
que permite el confesionario. Ahora la Eucaristía se ha hecho para mí, viva y
necesaria.

El amor a la Virgen María ha crecido. Yo creía que era cosa de campesinos
iletrados como mi abuela Georgiana. Me desengañé, cuando me encontré sola y sin
sustento. ¿Quién otro podía ser mi abogado, sino la Madre de Jesús? Ella se me hizo
cercana. Ella, a quien todas las generaciones llaman Bienaventurada entre todas las
mujeres 58.



SERGIO PEÑA Y LILLO es un siquiatra chileno, autor de muchos libros, que se
convirtió en 1970, y ha escrito el relato de su conversión en su libro. En el Corazón de
Cristo. Nos dice así:

Nací en un hogar católico, pero me convertí en agnóstico y librepensador...
Pasé brevemente por el partido comunista... Experimenté con drogas y comencé una
búsqueda obsesionada por lo sagrado. Leí con pasión los autores esotéricos y
herméticos del ocultismo occidental, la metafísica china, los arcanos del tarot y el
budismo Zen. Pero me faltaba algo que no sabía ni lograba precisar72.

Estando una tarde, que jamás olvidaré, en mi oficina privada de la clínica
siquiátrica universitaria, me puse a leer casi por mera curiosidad los Evangelios. En
Mateo me enfrenté, podría decir de improviso y a quemarropa, con el pasaje que iba a
ser decisivo para el resto de mi vida, la vocación del propio Mateo. Al leer SÍGUEME,
sentí una brusca sacudida. Me quedé como petrificado en el SÍGUEME. Era la alegría
emocionante de un reencuentro largo tiempo anhelado. Era la irrupción repentina de lo
sobrenatural... Sollocé con la pena más hermosa y dulce de toda mi vida: un llanto que
brotaba de la raíz misma de mi ser. Como un rayo de luz, que visita de improviso las
tinieblas, todo se me hacía más claro. Tenía la sorprendente vivencia de que el Señor a
mí me decía: SÍGUEME, SÍGUEME, SÍGUEME. Se repetía la extraña voz en mi
interior, con la indescriptible certeza de que, en ese preciso instante, era a mí a quien
Jesús llamaba. ¡Era Cristo y era todo! Había sido siempre a ÉL a quien yo buscaba y
yo no lo sabía. Me arrodillé y lloré cerca de dos horas con el llanto más puro y más
sagrado que puede brotar de mí. Y repetía obsesionado en voz alta: “Eras Tú, Señor,
eras Tú...”

Como le ocurrió a Frossard, en un minuto se había trastocado el eje de mi
existencia. Había sido ateo y ahora era cristiano para el resto de mi vida. Desde
entonces hasta hoy, quedé cautivo en las redes del divino pescador... Nunca me he
vuelto a sentir solo. Siempre ha estado Él conmigo, sosteniéndome en los momentos
más duros y crueles de mi dolor y de mi prueba. Y ahora sé con indecible alegría y
gratitud que jamás me abandonará, porque el encuentro con Él es un encuentro para
siempre. Sí, Dios existe, yo también lo encontré. Sólo que no estaba donde yo suponía...
Era en lo más profundo de mí mismo, donde habitaba, en lo más íntimo y cercano, en
las entrañas de mi propio ser. Desde ese momento, todo me parecía diferente. Mi
existencia adquiría un nuevo sentido... Era un camino de amor hacia Dios73.





SANDRA ELAM dice sobre su conversión: Durante 30 años fui atea y pensaba
que los cristianos eran fanáticos, no podía comprender cómo alguien podía rechazar el
aborto o la eutanasia, Mi padre era ateo y, desde los siete años, viví sin Dios, excepto
durante unos meses en que canté en el coro de la iglesia presbiteriana.
Me casé con un católico, pero no le permití que colgara un crucifijo de la pared
de nuestra habitación. Yo despreciaba a los que creían en Dios.

Mi camino a Dios comenzó en noviembre de 1995, cuando mis dos hijos, Kevin
y Rebeca, empezaron a aprender la Biblia en una escuela cristiana. Yo también empecé
a leer la Biblia, muchas de cuyas historias desconocía. En 1997, mi esposo y mis hijos
iban a la misa católica los domingos, mientras yo me quedaba en casa. Un día decidí ir
a la iglesia protestante, a cuya escuela iban mis hijos a estudiar la Biblia y me gustaron
los sermones del pastor y la buena música. Comencé a creer en Dios, pero no a amarlo
ni a servirlo. Durante seis meses, asistí a esa iglesia protestante, pero un día el
profesor de Biblia dijo que el Espíritu Santo revela a cada uno el verdadero significado
de cada pasaje bíblico. Yo le dije: ¿cómo puede cada uno interpretar distintas cosas, si
todos están inspirados por el mismo Espíritu Santo? ¿Quién tiene la razón? Me retiré
del estudio bíblico.

Un amigo me prestó el libro Surprised by truth (Sorprendidos por la verdad) de
Patrick Madrid, que describe la conversión de varios protestantes a la Iglesia católica,
y respondía a varias de mis preguntas. Empecé a leer libros católicos y escuché
cassettes. El día de Pascua de 1998, fuimos en familia a la misa de la basílica de la
Inmaculada Concepción en Washington D.C. Por primera vez en mi vida, me di cuenta
de que la misa no era como un servicio protestante, sino el momento en el que Jesús se
hace presente en el altar, en la Eucaristía, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad bajo
las apariencias de pan y vino.

Ahora puedo decir que, a través del estudio, llegué a conocer que Dios existía,
pero a través de la misa, llegué a convencerme del amor de Dios. La enseñanza moral
que más me costó aceptar fue la contracepción. Leí el pasaje, donde se describe el
pecado de Onán, que derramó su semilla antes de darle un hijo a Tamar. Y me
sorprendí al saber que hasta 1930 todas las iglesias cristianas habían rechazado la
contracepción, pero que ese año la Conferencia de Lambeth de la Iglesia anglicana,
había aceptado permitir los métodos anticonceptivos a los matrimonios. Y, en los años
sucesivos, todas las iglesias cristianas, menos la Iglesia católica, habían aceptado estos
métodos artificiales de control de natalidad.

Por eso, a mis 37 años, en julio de 1998, no quise usar más anticonceptivos y
comencé mi preparación para hacerme católica.
Después de dos años de estudios de la historia de la Iglesia y de la Biblia, llegué
a convencerme de que la Iglesia católica contiene la verdad revelada en plenitud y que
Jesús le dio la autoridad para dirigir la Iglesia a Pedro como obispo de Roma. El 3 de
abril de 1999, vigilia pascual, fui recibida en la una, santa, católica y apostólica
Iglesia74.

JANNE HAALAND MATLARY es noruega, doctora en filosofía y profesora de
política internacional en la Universidad de Oslo. Fue secretaria de Estado de Asuntos
Exteriores de su país durante tres años. Formó parte de la delegación vaticana en la
Conferencia mundial de la ONU sobre la mujer en Pekín y actualmente es miembro del
Consejo pontificio Justicia y Paz. Está casada y tiene cuatro hijos. Es una gran mujer,
que en su libro El amor escondido nos habla de su vida y de su conversión al
catolicismo.

A pesar de haber nacido en un ambiente cristiano luterano, desde sus primeros
años, se hizo agnóstica, rechazando toda religión y, concretamente, el cristianismo, que
le parecía apto para retrógrados. Pero, estudiando filosofía, pidió luces sobre la filosofía
de santo Tomás de Aquino a un sacerdote dominico de Oslo. Durante año y medio, fue
todas las semanas a visitarlo para hablar de santo Tomás; pero, poco a poco, se iba
sintiendo atraída hacia la cultura católica.

Un día tuvo su primer encuentro con Cristo de modo inesperado. Dice: Estaba
sentada con el dominico, en los jardines del claustro, una tarde de agosto de 1981. Le
dije que la persona de Cristo había aparecido en la escena de forma misteriosa. Nunca
había rezado y a duras penas vivía fuera de los libros. Pero, de pronto, me había
sucedido este hecho inquietante, intuí que el catolicismo no era un precioso sistema
filosófico, sino una persona que exigía derecho a estar hoy tan vivo como hace dos mil
años... De repente, empecé a interesarme por Cristo y por su vida ¿Podría ser verdad
todo lo que los cristianos creían? Ahora Cristo era como una llama que me iluminaba
de vez en cuando 75.

Esperaba con ilusión la misa del domingo, me dediqué a leer historias de
conversiones y empezaron a interesarme los escritores místicos... La cuestión de la
conversión volvía a mí continuamente, pero pensar en las reacciones negativas de una
conversión me echaron para atrás. Pensaba en mis padres, en mis compañeros de
estudio, en mis amigos y en el sentimiento general anticatólico de Noruega. Los
católicos eran vistos todavía como extraños y papistas antinoruegos 76.

El descubrimiento de que Cristo estaba presente en la Eucaristía la lleno de
alegría y dice: Yo captaba que el verdadero amor y el verdadero sentido de la vida
estaban allí escondidos, frente al tabernáculo, donde la hostia consagrada se guarda en
la iglesia... Después de un tiempo valoraba tanto la misa que empecé a anhelarla
durante toda la semana... Uno no llega a entender nunca el misterio de la presencia
real, pero se sienten sus efectos de verdad. Hay una presencia en la Iglesia para los que
quieren experimentarla 77.

A finales de 1981 vinieron mis padres a una audiencia general (con el Papa en
Roma). Me parece que fue el 2 de diciembre. Nos sentamos en primera fila en el gran
auditorio Pablo VI. El Papa se acercó a saludarnos a todos. Nos causó una gran
impresión su cariño, algo inexplicable, que nos hizo felices y que nos duró mucho
tiempo. Mi madre, agnóstica, y todavía muy escéptica sobre el catolicismo, también
sintió lo mismo. Después de aquel encuentro, quiere mucho al Papa, aunque no le
interesa demasiado su doctrina. Pero hasta hoy, veinte años después, tiene expuesta su
fotografía.

Yo me convertí aquella Pascua. Era el año 1982. Tenía 25 años... Fue el amor,
el estar enamorada, lo que en definitiva me llevó a convertirme, no una decisión
racional. Había ido de la razón a la fe o, por lo menos, a cierta fe. Ésta no era muy
sólida, pero yo amaba a la Iglesia. No sé de dónde provenía ese amor. Pero sabía que
si borraba a la Iglesia de mi vida, sería una desgraciada 78.

Después de convertirme, viví durante muchos años en lo que yo llamo estado de
cristiano dominguero. Iba a misa cada domingo y vivía el resto de la semana como si
ese domingo no tuviese nada que ver con mi vida cotidiana. Cumplía con las
obligaciones de la Iglesia y me consideraba una buena católica 79.

En 1992 fue con toda su familia a visitar la abadía benedictina de Pannonhalma,
al oeste de Hungría, donde su esposo, que es húngaro, se había educado gratis. Al llegar
el régimen comunista al país, su padre, que había sido general del ejército, fue
destituido y privado de todos sus bienes, pero los monjes lo conocían y dieron
educación gratuita a su hijo. Allí, en la abadía, ella conoció a un monje que sería su
amigo y confidente durante muchos años en su camino a Dios. Dice: Era un sabio,
mayor, aunque joven de espíritu y de mente abierta. Era un hombre lleno de alegría y
de juventud interior, pese a su avanzada edad. Este monje era una fuente de agua
viva80.

Hablé con él. Jamás pensé que la confesión funcionaría y hubiese querido
evitarla... De pronto, sucedió la cosa más asombrosa e inesperada. Me recorrió una
oleada de inmensa alegría que no se parecía a nada que me hubiese ocurrido antes. No
puedo explicarlo con palabras, pero fue un giro absoluto a mi vida como católica. Dios,
que hasta ese momento me resultaba una entidad bastante lejana, se convirtió en un
Dios personal allí y en ese momento. El brillo de aquella experiencia duró mucho
tiempo. Ahora estaba suspirando por Cristo, mi amigo. Ya no era una posibilidad
teológica, sino una realidad íntima y personal. Era la segunda vez que Cristo se me
hacía presente de forma directa. La primera fue en el jardín de los dominicos de Oslo,
con el asombro de que Cristo era una persona viva. En aquella ocasión, me quedé, no
sólo sorprendida sino asustada, pero marcó en mí una diferencia que produjo una
conversión formal. El segundo encuentro fue más fuerte. Igualmente sorprendente. Es
casi imposible describirlo. Fue un giro aún mayor81.

Este giro en su vida determinó que, a partir de ese momento, se dedicara a vivir
en unión con Cristo las 24 horas del día, a vivir en continuo amor con Jesús y a influir
en la medida de sus posibilidades en todas sus acciones como católica, sea como
miembro del partido de la Democracia cristiana a la que perteneció, y en el que era la
única católica, sea en actividades políticas o universitarias. A partir de ese día, ser
católica para ella significaba vivir para los demás y comunicarles la alegría de ser
católica.

Una vez le preguntaron a Chesterton, el gran escritor inglés, convertido al
catolicismo, por qué se había hecho católico y respondió: porque quiero ser feliz. Esto
mismo podría haber dicho ella.

Dice: Yo me hice católica, porque buscaba la verdad, pero una vez que empecé
a frecuentar la misa fui inmersa en la fuente de felicidad de la Eucaristía. Siempre
volvía por la alegría que podía encontrar allí de un modo completamente misterioso.
Me enamoré de Cristo. Sin saber cómo ni por qué me encontré enamorada82.

Janne Haaland, una enamorada de Jesús, que quiere hacer partícipe de su
felicidad y de su amor a Cristo Eucaristía a todos los que la rodean.

De primer ministro chino a sacerdote católico

Cuando murió su mujer, Lou Tseng-Tsiagn ingresó como monje benedictino en la Abadía de San Andrés.

Nacido en 1871, fue embajador de Bélgica y Rusia, ministro de asuntos exteriores y primer ministro durante un breve período de tiempo. Tiempo después visitaba, tras la II Guerra Mundial, la Bélgica ocupada por los nazis. Esta vez ataviado con un hábito de monje benedictino y como sacerdote.

(Roy Peachey/The Catholic Herald) Hace noventa años, el antiguo primer ministro y ministro de de Asuntos Exteriores chino, Lou Tseng-Tsiang, se quedó solo al rechazar la firma del Tratado de Versalles. Este desafío es hoy absolutamente desconocido, pero en aquellos días volvió a casa como un héroe. Veinte años después, el mismo hombre, realizó uno de los más extraños viajes políticos del siglo XX, haciendo frente a los desafíos de la II Guerra Mundial como monje benedictino y sacerdote en la Bélgica ocupada por los nazis.

Nacido en 1871 en el seno de una familia protestante de Shanghai, Lou fue un alumno de la escuela local de idiomas. Tras diversos estudios en Pekín, trabajó como traductor para la delegación china en Sanpetersburgo, antes de entrar a formar parte del cuerpo diplomático del país. Fue embajador en Bélgica y Rusia y, con la fundación de la República China en 1911, se hizo cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores y poco después, por un breve periodo de tiempo, fue nombrado primer ministro.

Era el ministro de Asuntos Exteriores y encabezó la delegación china en la Conferencia de Paz de Versalles. La situación que tuvo que afrontar era extremadamente complicada. Alemania había conquistado parte de la provincia de Shandong en 1897, pero luego la perdió a manos de Japón durante la Gran Guerra. Los japoneses, que reclamaban el territorio, usaron esta circunstancia como una herramienta útil que les permitiera obtener una mayor influencia sobre el débil Gobierno chino.
Los aliados, que consideraban a Japón como su más fuerte apoyo e ignorando el hecho de que miles de trabajadores chinos habían muerto en la frontera oeste, permitieron a Japón mantener los territorios chinos que habían ocupado. Afrontando el hecho con cierta humillación diplomática, Lou rechazó firmar el tratado. Fue el único representante que lo hizo.

Del matrimonio, al monasterio

Tras la guerra, Lou fue paulatinamente alejándose de la primera línea política, dimitiendo como ministro de Asuntos Exteriores para concentrarse en la lucha contra la hambruna creciente, antes de abandonar China en 1922, para ayudar a su esposa belga, Berthe Bovy, a recuperarse de una enfermedad grave.
Como católica, Berthe nunca fue la mujer que los padres de Lou hubieran elegido para él y, como extranjera, tampoco obtuvo el apoyo de los jefes políticos de Lou. Sin embargo, Lou estaba convencido de que «nuestros espíritus y nuestros corazones estaban hechos el uno para el otro». La prueba es que su matrimonio fue una permanente fuente de felicidad para ambos.
En 1922, Berthe necesitó un periodo de recuperación en Suiza, donde Lou trabajó por un corto espacio de tiempo como delegado de las Naciones Unidas y como embajador en Suiza. Sea como fuere, la salud de su mujer no se recuperó y murió en 1926. En consecuencia, Lou decidió retirarse de la vida pública por completo y, habiéndose bautizado como católico 15 años antes, ingresó en el noviciado de la abadía de san Andrés en la nación de su mujer. Allí vivió en clausura, estudiando teología y finalmente, fue ordenado sacerdote.

Cualquier sueño de vivir el resto de sus días en la paz del monasterio fue desterrado por la irrupción de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi de Bélgica. Como quiera que aquellos hechos fueran devastadores, marcaron una nueva fase en la vida del hombre que ahora era conocido como Don Pierre Célestin.

La «vocación cristiana de China»

Cuando la abadía fue incautada por los Nazis en 1942, se desplazó a Brujas, donde empezó –de forma titubeante al principio- a compartir los frutos de sus experiencias. En 1943, a pesar del acoso de los nacional socialistas, empezó a escribir «Souvenirs et Pensées», un libro que rápidamente fue traducido al Inglés. No todos sus planteamientos políticos han resistido el paso del tiempo. Pero sus reflexiones sobre su propia vocación religiosa y sobre lo que él llamaba la «vocación cristiana de China» mantienen una honda frescura. Su espíritu ecuménico también es impactante. Lejos de suponer un problema para Lou, aseguraba que el «protestantismo ha sido para mí una fase sin la que creo que no me hubiera sido posible alcanzar el catolicismo».

De cualquier forma, en una época en la que la duda de ser plenamente católico y chino al tiempo se esparcía entre los católicos del gigante asiático, tal vez la parte más relevante del libro es aquella en la que explica cómo sus compatriotas pueden «reconocerse con problemas en una institución que, aún hoy, en su apariencia externa, latina y occidental, no expresa completamente la profunda universalidad interna».
Parte de su respuesta era litúrgica. Veinte años antes del Concilio Vaticano II, Lou pidió la introducción del chino en la liturgia. Sin embargo, apoyando tanto la continuidad como la reforma, quería ver el uso del lenguaje literario chino en la liturgia por «su profunda belleza, su vigor y elegancia».

Otra parte de su respuesta se refiere a su profunda devoción personal al Papado -una devoción basada en los conceptos de piedad filial de Confucio- realizada con recomendaciones prácticas basadas en parte en el estudio de la lengua y la cultura chinas. La crítica de Lou no era una mera teorización. En su séptima década de vida, esperaba volver a casa para ser parte del renacimiento monástico en China. Pero la incipiente guerra civil se lo impidió y murió en 1949, poco antes de la Victoria comunista.

Movido por un hondo sentido de la humildad y una profunda espiritualidad, el hombre que había rechazado firmar el Tratado de Versalles, terminó sus días como abad en Bélgica, orando con estas palabras: «En todas las naciones de la tierra, sea honrado y glorificado».

Publicado el 29 Junio 2009 - 12:44pm

miércoles, 27 de enero de 2010

Beata Marta Robin ruega por nosotros


La « Finca Robin » . Al borde de la carretera tortuosa, el letrero pasaría casi desapercibido. Sobre la llanura que domina Châteauneuf-de-Galaure, nada parece perturbar la larga respiracion del viento,mientras que la « Drôme de las colinas » extiende su velo ondulado perdiendose en el cielo. Es aqui donde vivió y trabajó Marta Robin ( toda la gente de aqui le llama : « Marta »), fallecida en 1981 a los 79 años de edad.¿ Trabajó ?; Esta hija de agricultores, poco instruida, ha pasado la mayor parte de su vida- 53 años- encamada carcomida por una encefalitis. Su experiencia mística (visiones ,ayuno prolongado, estigmas de la Pasion de Cristo...) Suscita reserva incluso entre los creyentes.

Sin embargo lo que deja detras de ella es grandioso. Páginas, millares de páginas le han sido consagradas,antes y despues de su muerte. Durante 50 años ha recibido sin parar en su casa cerca de 100.000 personas. Centenares de personas han sido transformadas por la claridad de sus palabras y la calidad de escucha . Muchos de los Fundadores de las nuevas comunidades han beneficiado de sus consejos. En el mundo entero, los católicos de todos los horizontes se inspiran de su testimonio,sin contar la irradiacion de tres establecimientos escolares de Châteauneuf y los 75 Foyers de charité extendidos en 42 países, de los cuales ella tuvo la intuicion... desde su habitacion !.

« Marta no es una mística transformandose en enferma, sí,una enferma transformada en mística. En lugar de centrarse en ella misma, se abre al mundo »,es la estimacion de una de sus cercanas Louisette Amerio. Miembro del Foyer desde hace 34 años esta septuagenaria acoge desde hace 15 años a los peregrinos que suben a la « Plaine »- de hecho, un plateau-, el dicho lugar donde se levanta la modesta finca. Aqui en medio de los mazizos floridos,y el perfume de las plantas, nada ha cambiado.Algunos trabajos de renovacion se han llevado a cabo para preservar el estado general de la casa.Los lugares se conservan tal cual Marta los ha conocido.El Obispado de Valence ha pedido al Foyer de Châteauneuf de no convertirlo en santuario, y de evitar la organizacion de peregrinaciones, con el fin de no prejuzgar el proceso de beatificacion introducido en el Vaticano.

Entre 80 y 120 visitantes se presentan espontaneamente cada día.A menudo por simple curiosidad, otros por motivos personales , como el matrimonio de quadras que se ajetrea en la region .Naturales de Eure-et-Loir en camping-car con 4 de sus 6 hijos,Emmanuel y Lucille se dan cuenta por casualidad que, en una revuelta un letrero mencionando Châteauneuf, les tiende los brazos. « Un signo ! » piensa Emmanuel,el cual se siente « muy cercano » de los Foyers de charité y de su fundadora. « Marta nos dice que cada uno puede ir hacia la vida cualquiera que sea su historia » . Sentados sobre la hierba fresca a la sombra de los àrboles que bordean la finca, François de 14 años, confirma lo que dice su padre : « Tenemos a veces la impresion de que Jesus nos abandona en las dificultades,cuando al contrario es entonces cuando mas presente està. He aqui una mujer sin importancia,que ha hecho grandes cosas ! » exclama el adolescente. « Estamos profundamente impactados por la gracia de este lugar, » añade Lucille .

Recibimos de mas en mas grupos deseosos de conocer Marta, y de descubrir aquello que les puede ayudar en la vida de cada día », afirma Louisette. Marie -Ange,miembro del Foyer desde 1945, observa por su parte : « Ocurre que los visitantes demuestren estar muy emocionados, sin esperar poder entrar en un lugar de oracion. Yo soy testigo de las alegrías y de las penas de muchos que vienen a confiarse. » En la verde Galaure,la huella de esta « querida Marta »queda indelible.Incluso en los mas jóvenes,que no la han conocido. De 30 años, sonriente,Lilian Pousse no ha dejado jamas el valle que le vió nacer.Como otros,dice haberse « apropiado » del testimonio de los antiguos : « Para mí Marta està viva.Cuando vengo a su casa,me siento un poco como en mi casa. » Y con razon : para acceder a la habitacion de Marta, hay que pasar primero por... su cocina. « Esto sorprende a mas de uno », sonríe Marie-Ange.El tic-tac del reloj , el mueble conteniendo la vasija de ceràmica,y la antigua cocina de leña donde se prepara una comidilla :los miembros del Foyer continuan viviendo en el sentido fuerte de lo que supone esta apacible vivienda .

viernes, 22 de enero de 2010

Santa Juana de Arco, virgen


Fiesta: 30 de Mayo
(1412-1431) Patrona de Francia y Doncella de Orleáns

Guiada por Dios por medio de locuciones interiores, Santa Juana conduce al ejército francés a liberar el país. Finalmente, traicionada, muere en la hoguera. Ella se mantiene siempre fiel a Jesús y la Iglesia.

Santa Juana de Arco nació en día de la Epifanía de 1412, en Domrémy, pequeño pueblecito de Champagne, a orillas de la Mosa, Francia. Su padre, Jacobo d’Arc, era un hacendado de cierta importancia, hombre bueno, frugal y un tanto huraño. La madre de Santa Juana, que amaba tiernamente a sus cinco hijos, educó a sus dos hijas en los quehaceres domésticos. Santa Juana declaró más tarde: "Sé cocer e hilar como cualquier mujer". Pero nunca aprendió a leer ni a escribir. Los vecinos de la familia, en el proceso de rehabilitación de la santa, dejaron testimonios conmovedores de la piedad y ejemplar conducta de la joven. Tanto los sacerdotes que la conocieron como sus compañeros de juegos, atestiguaron que le gustaba ir a orar a la Iglesia, que recibía con frecuencia los sacramentos, que se ocupaba de los enfermos y era particularmente bondadosa con los peregrinos, a los que más de una vez, cedió su lecho. Según uno de los testigos "era tan buena, que todo el pueblo la quería." Por lo que parece Santa Juana tuvo una infancia feliz, aunque un tanto turbada por los desastres que asolaban el país y por el constante peligro de un ataque armado sobre la población de Domrémy, situada en la frontera de Lorena. Antes de emprender su gran empresa, Santa Juana tuvo que huir, por lo menos una vez, con sus padres, a la población de Neufchatel, a trece kilómetros de distancia, para escapar de las manos de los piratas borgoñones que saquearon Domrémy.

lunes, 18 de enero de 2010

¡Cuán necesario es exhortar a los agonizantes a la confianza! »

« ¡Qué necesario es -decía Santa Teresa del Niño Jesús-, qué necesario es orar por los agonizantes! ¡Si lo entendiéramos bien! » Razón tenía ella para expresarse de esta suerte, pues a pesar de haber llevado una vida tan pura, percibía el sonido de una voz maldita que murmuraba a sus oídos: «¿Tienes seguridad de ser amada de Dios? ¿Ha venido El a decírtelo?» Con esto permaneció durante muchos días en un estado de angustia que no se puede explicar. «¡Padre mío -decía a su confesor Santa Juana de Chantal en su agonía-, os aseguro que los juicios de Dios son espantosos! » Preguntóle aquél si tenía miedo. - «No, respondió ella; mas os aseguro que los juicios de Dios son terribles.» Es el grito de la naturaleza en el último trance, es el pasmo de este momento decisivo, infinitamente solemne; es la angustia de una conciencia delicada, alarmada por su misma humildad. Un alma que vive en el Santo Abandono triunfará de este temor. No descuida medio alguno de completar su preparación, mas ante todo piensa en que va por fin a ver a su Padre, a su Amigo, a su Amado, a Aquel en quien ella ha puesto todas sus complacencias; el Dios de su corazón, al cual no ha cesado de dar su vida gota a gota; gusta recordar con una dulce emoción las innumerables pruebas de su amor, de sus misericordias, de sus inefables ternuras, y siente que ella le ama del fondo de su alma y que a su vez es aún mucho más amada. ¡Cuán feliz se considera pudiendo decir con el Salmista en esta hora tan seria y decisiva: «Vos sois mi Dios, y mi suerte está en vuestras manos!». En una palabra, ella ha vivido de amor y de confianza, muere en el amor y en la confianza. Después de una vida tan llena de penas interiores, Santa Juana de Chantal y San Alfonso de Ligorio tuvieron la más dulce muerte. Tal vez quiera Dios conservarnos sobre la cruz hasta el fin, mas no es raro ver a las almas que han practicado el abandono morir sin temor alguno, irse a la eternidad tranquilas y alegres, como un niño que entra en el hogar paterno, cual religioso que se dirige a cantar el Oficio. Tal fue el fin de la bienaventurada María Magdalena Postel: «En su muerte no encontramos debilidad alguna, ningún temor. Después de haber estado tan perfectamente sometida a la divina voluntad durante su larga carrera, no podía dejar de estarlo en el día decisivo. Sus horas postreras rebosan en calma, en confianza y en abandono. A la invitación del capellán para que ofrezca el sacrificio de su vida, responde: "Nada me cuesta, ¡hágase en todo la voluntad de Dios!" Maravilladas de su serenidad y sosiego, pregúntanle sus hijas si es feliz. "¡Que si soy feliz!" y su rostro se tomó radiante, parecía transparente como un alma que vuela al cielo, no cesando de unirse a su Amado por actos de fe y amorosas aspiraciones.» En esta hora decisiva nadie se encontrará sobradamente puro ni bastante rico en méritos. Es verdad, mas nada hay de tanta eficacia como el Santo Abandono para hacer del todo fructuosa la suprema prueba. ¡Cuánto se gana soportando con una amorosa paciencia el duro trabajo de la destrucción, recibiendo de la mano de Dios con filial confianza el golpe de la muerte! Esto formará un magnifico haz de méritos añadidos a otros muchos, y éste será el más cargado de buen grano. Es además una ofrenda muy agradable a la justicia divina, y quizá una satisfacción suficiente por nuestros pecados. Según San Alfonso, «aceptar la muerte que Dios nos presenta para conformarnos con su voluntad, es merecer una recompensa parecida a la de los mártires: éstos no son reputados por tales, sino en cuanto han aceptado los tormentos y la muerte para agradar a Dios. El que muere conformándose con la Divina Voluntad tiene una muerte santa, y el que muere en una mayor conformidad tiene una muerte más santa. Asegura el Padre Luis de Blosio que en la muerte, un acto de perfecta conformidad nos preserva no tan sólo del infierno, sino que también del purgatorio».

sábado, 16 de enero de 2010

Thomas Merton.....






“Puesto que soy católico, creo, por supuesto, que mi Iglesia me garantiza la más alta libertad espiritual. No sería católico si no lo creyera. No sería católico si la Iglesia fuera meramente una organización, una institución colectiva, con reglas y leyes que exigieran la conformidad externa de sus miembros. Veo las leyes de la Iglesia y todos los diversos modos como ejerce su autoridad de enseñanza y jurisdicción, como algo subordinado al Espíritu Santo y a la ley del amor. Sé que mi Iglesia no parece ser así a los que están fuera de ella: para ellos la Iglesia actúa sobre un principio de autoridad pero no de libertad. Se equivocan. En Cristo y en su Espíritu es donde se encuentra la verdadera libertad, y la Iglesia su Cuerpo, viviendo por su Espíritu” . Thomas Merton

viernes, 15 de enero de 2010

Necesidad de morir al pecado




El alma se une a Dios en la misma medida en que se le asemeja. Para que Dios la atraiga y la eleve es necesario que, en cierto modo, se identifique con ella. Por eso, cuando creó el alma de nuestros primeros padres, la hizo a su imagen y semejanza.

Según el plan divino, el hombre ocupa un lugar intermedio entre los ángeles, que son espíritus puros, y la materia corporal y está destinado a reflejar las perfecciones de Dios con mucha mayor perfección que la creación material:

‘Le has hecho poco menos que los ángeles y le has coronado de gloria y de honor (Ps., VIII, 6). En este himno, el salmista contempla con arrobamiento la obra divina tal como era en su primitiva belleza y dedica un canto a la gloria de Dios que se manifiesta en el universo: ‘¡Oh Yahvé, Señor nuestro, cuan magnífico es tu nombre en toda la tierra!’ (Ibid., 1).

El pecado de Adán deshizo este plan tan grandioso. El pecado ha destruido en el hombre el esplendor de la imagen divina y lo ha hecho incapaz de volver a unirse con Dios. Pero el Señor, en su infinita bondad, ha decidido reparar ‘maravillosamente’ el mal producido por el pecado: Mirabilius reformasti.

¿Y cómo podría realizarse semejante reparación? Ya lo sabéis: por la venida de un nuevo Adán, que es Jesucristo, cuya gracia, llena de misericordia, nos hace hijos de Dios, conformes a su imagen y aptos para la unión divina: Et sicut in Adam omnes moriuntur, ita et in Christo omnes vivificábuntur (I Cor., XV, 22).

El bautismo es el medio sagrado establecido por Dios para lavar el alma de la mancha del pecado original y depositar en ella el germen de la vida sobrenatural. ¿Qué secreto poder tiene el sacramento para obrar semejante prodigio? El poder siempre activo de la muerte y de la resurrección de Jesucristo, que engendra en el alma un estado de muerte y un estado de vida que se derivan enteramente del mismo Jesucristo. Así como ‘era preciso que el Mesías padeciese y entrase en su gloria’: Oportuit pati Christum et ita mirare in gloriam suam (Le., XXTV, 26), así también el cristiano debe asociarse espiritualmente a su muerte para poder recibir la vida divina.

De esta suerte, Cristo es a un tiempo el arquetipo y la fuente de nuestra santificación: ‘Si hemos sido injertados en El por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrección’ (Rom., VI, 5).

¿Qué es lo que debemos entender por esta muerte que la gracia del bautismo inaugura en nosotros? Debemos decir que pertenece, ante todo, al orden de la voluntad. Mediante la infusión de la gracia santificante y de la caridad, el bautismo orienta los afectos del alma hacia la posesión de Dios. Por el pecado original, el hombre se apartó radicalmente de Dios, que es su fin sobrenatural. El don de la caridad cambia y transforma esta disposición fundamental del alma, destruyendo el dominio que actualmente ejerce en ella el pecado y permitiéndole el acceso a la vida divina.

Es necesario observar, sin embargo, que no basta estar en gracia para quedar completamente muerto al triste poder de pecar. La gracia del bautismo no arranca de nuestra alma todas las malas raíces; de ellas proceden las que San Pablo llama ‘obras de la carne’: Opera carnis (Gal., V, 19).

Tampoco el sacramento de la penitencia, aunque destruye el imperio actual del pecado, llega a producir en nosotros una muerte completa. Los afectos, los hábitos enraizados, las complacencias más o menos consentidas se unen a las inclinaciones de la naturaleza para mantener vivas en nuestra alma las fuentes del pecado.

La muerte al pecado, que empieza en la justificación bautismal y se sostiene por la virtud del sacramento de la penitencia, no llega a realizarse plenamente sino mediante nuestros esfuerzos personales apoyados en la gracia. Estos esfuerzos deben obrar en nuestra alma un alejamiento voluntario, cada vez más activo, de todo aquello que en nosotros suponga un obstáculo para la vida sobrenatural.

Esta idea de la absoluta necesidad de renunciar a cuanto entorpezca en nosotros la justicia de Dios se encuentra enunciada a cada paso en las Epístolas. Y lo que nos dice San Pedro a este respecto no es sino un eco de la doctrina de San Pablo: Ut peccatis mortui justitiae vivamus (I Petr., II, 24). Y las palabras del uno y del otro son un comentario de las del divino Maestro: Nisi granum frumenti cadens in terrmn mortuum fuerit, ipsum solum manet (Jo., XII, 24-25).

Esta muerte es necesaria no como fin, sino como condición esencial de una vida nueva. Es indispensable que el grano de trigo muera en la tierra; pero, gracias a esta destrucción, brota de él una vida más bella, más perfecta y más fecunda.

Procuremos comprender bien el lenguaje de San Pablo.

La vida consiste en el poder de obrar por sí mismo. Decimos que un ser tiene vida cuando posee en sí mismo el principio de sus movimientos y cuando los ordena a su propia perfección. Por el contrario, si un ser ha perdido este poder, decimos que ha muerto. El Apóstol se complacía en emplear esta metáfora cuando hablaba del pecado y del imperio que en nosotros ejerce. El pecado, según él lo concibe, ‘vive’ en nosotros cuando nos domina de tal manera, que se convierte en el principio de nuestras acciones: Non ergo regnet peccatum in vestro mortáli corpore ut obediatis concupíscentiis ejus (Rom., VI, 12).

Por consiguiente, cuando el pecado es el principio inspirador de nuestras actividades, su imperio se establece en nosotros: ’somos siervos del pecado’, qui facit péccatum, servus est peccati (Ge, VIII, 34), y como ‘nadie puede servir a dos señores’ (Mt., VI, 24), al vivir en pecado, nos alejamos de Dios y ‘morimos para El’.

Por eso debemos tender al efecto contrario; es decir, a ‘morir al pecado’ a fin de ‘vivir para Dios’.

Nosotros practicamos voluntariamente esta muerte cuando nos oponemos al imperio que el pecado ejerce en nosotros y lo llegamos a quebrantar, hasta el punto de impedir que sea el móvil de nuestras acciones. A medida que rehúsa obedecer a las máximas del mundo, a las exigencias de la carne y a las sugestiones del demonio, el bautizado se va liberando gradualmente del pecado.

De esta suerte, él ‘muere al pecado’. A medida que esta liberación interior se consolida en el alma, permite que el cristiano se vaya sometiendo cada vez más a Cristo, a sus ejemplos, a su gracia y a su voluntad. Entonces es cuando Cristo se convierte en el principio que determina todas sus acciones, y su vida viene a ocupar el lugar que ocupaba el reino del pecado: ‘Haced cuenta de que estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios, en Cristo Jesús’: Viventes Deo in Christo Jesu (Rom. VI, 11).

(Extraído de: “Jesucristo Ideal del Sacerdote” –
de Beato Don Columba Marmion

miércoles, 13 de enero de 2010

Un pequeño regalo para mi querida hermanita Teresa




16 de diciembre de 1937 - jueves

Ave María.

Después de una larga temporada (casi un año) pasada en casa de mis padres, reponiéndome de un achaque de mi enfermedad, vuelvo de nuevo a la Trapa para seguir cumpliendo mi vocación, que es solamente amar a Dios, en el sacrificio y en la renuncia, sin otra regla que la obediencia ciega a su divina voluntad.

Creo hoy cumplirla, obedeciendo sin votos y en calidad de oblato, a los superiores de la abadía cisterciense de San Isidro de Dueñas.

Dios no me pide más que amor humilde y espíritu de sacrificio.

Ayer, al dejar mi casa y mis padres y hermanos, fue uno de los días de mi vida que más sufrí.

Es la tercera vez que por seguir a Jesús abandono todo, y yo creo que esta vez fue un milagro de Dios, pues por mis propias fuerzas es seguro que no hubiera podido venir a la enfermería de la Trapa, a pasar penalidades, hambre en el cuerpo, debido a mi enfermedad y soledad en el corazón, pues encuentro a los hombres muy lejos. Sólo Dios..., sólo Dios..., sólo Dios. Ése es mi tema..., ése es mi único pensamiento.

Sufro mucho..., María, Madre mía, ayúdame.

He venido por varios motivos:

1º Por creer cumplir en el monasterio, mejor mi vocación de amar a Dios en la Cruz y en el sacrificio.

2º Por estar España en guerra, y ayudar a combatir a mis hermanos.

3º Para aprovechar el tiempo que Dios me da de vida, y darme prisa a aprender a amar su Cruz.

A lo que solamente aspiro en el monasterio es:

1º A unificarme absolutamente y enteramente con la voluntad de Jesús.

2º A no vivir más que para amar y padecer.

3º A ser el último, menos para obedecer.

Que la Santísima Virgen María, tome en sus divinas manos mis resoluciones y las ponga a los pies de Jesús, es lo único que hoy desea este pobre oblato.

16-12-1937

¿ Cual es mi vocacion?

El Papa junto al Padre Pio

sábado, 9 de enero de 2010

Frutos de la Eucaristía .Al recibirlo hay cambios reales en la persona y en toda la Iglesia.

El sacramento de la Eucaristía, como todo sacramento, es eficaz. Al recibirlo hay cambios reales en la persona que lo recibe y en toda la Iglesia aunque los cambios no se puedan palpar:

Acrecienta nuestra unión con Jesucristo.
Al comulgar recibimos a Jesucristo de una manera real y substancial. Es una unión real, no es un buen deseo o un símbolo. El sacramento de la Eucaristía es una unión íntima con Dios que nos llena de su Gracia.

"Quien come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él"
(Jn, 6,56).

Nos perdona los pecados veniales.
Para recibir a Jesús, es indispensable estar en estado de gracia y al recibirlo, la presencia de Dios dentro de nosotros hace que se borren las pequeñas faltas que hayamos tenido contra Él y recibimos la gracia para alejarnos del pecado mortal.

Fortalece la caridad, que en la vida diaria tiende a debilitarse.
El pecado debilita la caridad y puede hacernos creer que vivir el amor como Jesús nos lo pide es muy difícil, casi inalcanzable.

Sin embargo, Jesús ya sabía que nos costaría trabajo y que nos sentiríamos sin fuerzas para lograrlo, por eso quiso quedarse con nosotros en la Eucaristía para alimentarnos y ayudarnos fortaleciendo nuestra caridad.

La Eucaristía, siendo el mayor ejemplo de amor que podemos tener, transforma el corazón llenándolo de amor, de tal manera que quien la recibe es capaz de vivir la caridad en cada momento de su vida.

"Que nunca os falte, queridos jóvenes, el Pan eucarístico en las mesas de vuestra existencia. ¡De este pan podréis sacar fuerza para dar testimonio de vuestra fe!"
(Juan Pablo II. Queridísimos jóvenes)

Nos preserva de futuros pecados mortales.
Una persona que vive de acuerdo a la caridad, difícilmente cometerá faltas graves de amor a Dios.

Da unidad al Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia.
Cada persona que recibe a Jesús en la Eucaristía se une íntimamente a Él, que es la cabeza de su Cuerpo Místico del que todos los cristianos formamos parte.
De esta manera, el cristiano que se une a Cristo en la Eucaristía, se une al mismo tiempo al resto de los cristianos miembros de su Cuerpo Místico. Por ésta razón, a la recepción de la hostia consagrada se le llama comunión, que significa común-unión o unión de toda la comunidad.

"Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado. Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste a mí, de tal manera que puedan ser uno, como lo somos nosotros".
(Juan 17, 21-22.)


Fortalece a toda la Iglesia.
Por la misma unidad de los cristianos en el Cuerpo Místico de Cristo sucede que al fortalecerse uno de sus miembros con las gracias de la Eucaristía, se fortalece la Iglesia entera.

Entraña un compromiso en favor de los demás.
Al estar más unido al Cuerpo Místico de Cristo, aquél que recibe la Eucaristía, se hará más consciente de las necesidades de los otros miembros. Se identificará con los intereses de Cristo, sentirá el compromiso de ser apóstol, de llevar a Cristo a todos los hombres sin distinción y de ayudar en sus necesidades espirituales y materiales a los pobres, los enfermos y todos los que sufren.

Ultima misa del Padre Pio

lunes, 4 de enero de 2010

Padre Pío



Padre Pío, intercede por nosotros.

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Aqui estoy solo para Glorificar a Dios y hacerlo Amar.