El sacramento de la Eucaristía, como todo sacramento, es eficaz. Al recibirlo hay cambios reales en la persona que lo recibe y en toda la Iglesia aunque los cambios no se puedan palpar:
Acrecienta nuestra unión con Jesucristo.
Al comulgar recibimos a Jesucristo de una manera real y substancial. Es una unión real, no es un buen deseo o un símbolo. El sacramento de la Eucaristía es una unión íntima con Dios que nos llena de su Gracia.
"Quien come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él"
(Jn, 6,56).
Nos perdona los pecados veniales.
Para recibir a Jesús, es indispensable estar en estado de gracia y al recibirlo, la presencia de Dios dentro de nosotros hace que se borren las pequeñas faltas que hayamos tenido contra Él y recibimos la gracia para alejarnos del pecado mortal.
Fortalece la caridad, que en la vida diaria tiende a debilitarse.
El pecado debilita la caridad y puede hacernos creer que vivir el amor como Jesús nos lo pide es muy difícil, casi inalcanzable.
Sin embargo, Jesús ya sabía que nos costaría trabajo y que nos sentiríamos sin fuerzas para lograrlo, por eso quiso quedarse con nosotros en la Eucaristía para alimentarnos y ayudarnos fortaleciendo nuestra caridad.
La Eucaristía, siendo el mayor ejemplo de amor que podemos tener, transforma el corazón llenándolo de amor, de tal manera que quien la recibe es capaz de vivir la caridad en cada momento de su vida.
"Que nunca os falte, queridos jóvenes, el Pan eucarístico en las mesas de vuestra existencia. ¡De este pan podréis sacar fuerza para dar testimonio de vuestra fe!"
(Juan Pablo II. Queridísimos jóvenes)
Nos preserva de futuros pecados mortales.
Una persona que vive de acuerdo a la caridad, difícilmente cometerá faltas graves de amor a Dios.
Da unidad al Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia.
Cada persona que recibe a Jesús en la Eucaristía se une íntimamente a Él, que es la cabeza de su Cuerpo Místico del que todos los cristianos formamos parte.
De esta manera, el cristiano que se une a Cristo en la Eucaristía, se une al mismo tiempo al resto de los cristianos miembros de su Cuerpo Místico. Por ésta razón, a la recepción de la hostia consagrada se le llama comunión, que significa común-unión o unión de toda la comunidad.
"Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado. Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste a mí, de tal manera que puedan ser uno, como lo somos nosotros".
(Juan 17, 21-22.)
Fortalece a toda la Iglesia.
Por la misma unidad de los cristianos en el Cuerpo Místico de Cristo sucede que al fortalecerse uno de sus miembros con las gracias de la Eucaristía, se fortalece la Iglesia entera.
Entraña un compromiso en favor de los demás.
Al estar más unido al Cuerpo Místico de Cristo, aquél que recibe la Eucaristía, se hará más consciente de las necesidades de los otros miembros. Se identificará con los intereses de Cristo, sentirá el compromiso de ser apóstol, de llevar a Cristo a todos los hombres sin distinción y de ayudar en sus necesidades espirituales y materiales a los pobres, los enfermos y todos los que sufren.
CREO
Hace 7 años
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Querido hermano en Cristo espero tus palabras. Entre todos nos unimos en comunion de oracion.
Un abrazo