Amigos que pasan y dejan su huella aqui. Gracias por estar .Paz a tu corazon

Recuerda amigo cuando entras a la Casa de Dios pisas Tierra Sagrada.

La Casa de Dios es el lugar más Santo de todo el universo. Cada vez que entres ,recuerda que allí ,vive Jesús en el Sagrario y te espera con AMOR.

Vístete decorosamente, apaga tu celular y ten fe que todo lo que pidas, si eres respetuoso , piadoso en tus actitudes y posturas en el Templo, sera recibido por el Señor con agrado .

Y tu alma ya no será la misma.

Haz silencio. Busca cerrar tus ojos y quédate quieto. Dios esta en su Casa. El Amor puede hablarte íntimamente .

Mi deseo es que Dios se manifieste en ti.


Cristo Resucito, DIOS VIVE ENTRE NOSOTROS

viernes, 24 de septiembre de 2010

jueves, 23 de septiembre de 2010

Veneramos y damos gracias a Dios, por el Santo Padre Pio en su dia.

La vida del Padre Pío está tan llena de acontecimientos extraordinarios que es necesario buscar las causas de ellos en su vida íntima. Quien es llamado a servir en la misión redentora de Jesucristo tiene que sufrir mucho moral y físicamente. Estos sufrimientos lo purifican y encienden cada vez más del amor de Dios. En una carta escrita por el Padre en 1913 decía: “El Señor me hace ver como en un espejo, que toda mi vida será un martirio”. Desde que ingresó a la vida religiosa hasta que recibió los estigmas, la vida del Padre Pío fue un vía crucis. En 1912 escribe: “Sufro, sufro mucho pero no deseo para nada que mi cruz sea aliviada, porque sufrir con Jesús es muy agradable”. A una hija espiritual le dijo un día: “El sufrimiento es mi pan de cada día. Sufro cuando no sufro. Las cruces son las joyas del Esposo, y de ellas soy celoso. ¡Ay de aquel que quiera meterse entre las cruces y yo!”.


Su proyecto más grande en la tierra
La tarde del 9 de enero de 1940, el Padre Pío reunió a tres de sus grandes amigos espirituales y les propuso un proyecto al cual él mismo se refirió como “su obra más grande aquí en la tierra”: la fundación de un hospital que habría de llamarse “Casa Alivio del Sufrimiento”. El Padre sacó una moneda de oro de su bolsillo que había recibido en una ocasión como regalo y dijo: “Esta es la primera piedra”. El 5 de mayo de 1956 se inauguró el hospital con la bendición del cardenal Lercaro y un inspirado discurso del Papa Pío XII. La finalidad del hospital es curar al enfermo tanto espiritual como físicamente: la fe y la ciencia, la mística y la medicina, todos de acuerdo para auxiliar la persona entera del enfermo: cuerpo y alma.


Grupos de Oración
“Lo que le falta a la humanidad, repetía con frecuencia, es la oración”. A raíz de la Segunda Guerra Mundial, el mismo Padre funda los “Grupos de Oración del Padre Pío”. Los Grupos se multiplicaron por toda Italia y el mundo. A la muerte del Padre los Grupos eran 726 y contaban con 68.000 miembros, y en marzo de 1976 pasaban de 1.400 grupos con más de 150.000 miembros. “Yo invito a las almas a orar y esto ciertamente fastidia a Satanás. Siempre recomiendo a los Grupos la vida cristiana, las buenas obras y, especialmente, la obediencia a la Santa Iglesia”.


Segunda prueba y persecución
La envidia humana se echó encima de la obra del Padre Pío. Desde 1959, periódicos y semanarios empezaron a publicar artículos y reportajes mezquinos y calumniosos contra la “Casa Alivio del Sufrimiento”. Para quitar al Padre los donativos que le llegaban de todas partes del mundo para el sostenimiento de la Casa, sus enemigos planearon una serie de documentaciones falsas y hasta llegaron, sacrílegamente, a colocar micrófonos en su confesionario para sorprenderlo en error.

Algunas oficinas de la Curia Romana condujeron investigaciones, le quitaron la administración de la Casa Alivio del Sufrimiento y sus Grupos de Oración fueron dejados en el abandono. A los fieles se les recomendó no asistir a sus Misas ni confesarse con él. El Padre Pío sufrió mucho a causa de esta última persecución que duró hasta su muerte, pero su fidelidad y amor intenso hacia la Santa Madre Iglesia fue firme y constante. En medio del dolor que este sufrimiento le causaba, solía decir: “Dulce es la mano de la Iglesia también cuando golpea, porque es la mano de una madre”.


50 años de dolor y sangre
El viernes 20 de septiembre de 1968, el Padre Pío cumplía 50 años de haber recibido los estigmas del Señor. Fue grande la celebración en San Giovanni. El Padre Pío celebró la Misa a la hora acostumbrada. Alrededor del altar había 50 grandes macetas con rosas rojas para sus 50 años de sangre... De la misma manera milagrosa como los estigmas habían aparecido en su cuerpo 50 años antes, ahora, 50 años más tarde y unos días antes de su muerte, habían desaparecido sin dejar rastro alguno de cinco décadas de dolor y sangre, con lo cual el Señor ha confirmado su origen místico y sobrenatural.


El paso a la vida eterna
Tres días después, murmurando por largas horas “¡Jesús, María!”, muere el Padre Pío, el 23 de septiembre de 1968. Los que estaban presentes quedaron largo tiempo en silencio y en oración. Después estalló un largo e irrefrenable llanto. Los funerales del Padre Pío fueron impresionantes. Se tuvo que esperar cuatro días para que las multitudes pasaran a despedirlo. Se calcula que más de 100 mil personas participaron del entierro.


Una promesa de amor
Un día se le preguntó al Padre: “¿Jesús le mostró los lugares de sus hijos espirituales en el paraíso?”. “Claro, un lugar para todos los hijos que Dios me confiará hasta el fin del mundo, si son constantes en el camino que lleva al cielo. Es la promesa que Dios hizo a este miserable”. “Y en el paraíso, ¿estaremos cerca de usted?”. “Ah tontita, ¿y qué paraíso sería para mí si no tuviera cerca de mí a todos mis hijos?”. “Pero yo le tengo miedo a la muerte”. “El amor excluye el temor. La llamamos muerte, pero en realidad es el inicio de la verdadera vida. Y luego, si yo les asisto durante la vida, ¡cuánto más los ayudaré en la batalla decisiva!”.


Proceso de la Causa del Padre Pío
Muchas han sido las sanaciones y conversiones concedidas por la intercesión del Padre Pío e innumerables milagros han sido reportados a la Santa Sede.
Los preliminares de su Causa se iniciaron en noviembre de 1969. El 18 de diciembre de 1997, Su Santidad Juan Pablo II lo pronunció venerable. Este paso, aunque no tan ceremonioso como la beatificación, es ciertamente la parte más importante del proceso. El venerable Padre Pío fue beatificado el 2 de mayo de 1999. Tan grande fue la multitud en la Misa de beatificación, que desbordaron la Plaza de San Pedro y toda la Avenida de la Conciliación hasta el río Tiber sin ser estos lugares suficiente. Millones además lo contemplaron por la televisión en el mundo entero.


Un gran Santo para la Iglesia de hoy
El día 16 de junio del 2002, su Santidad Juan Pablo II canonizará al Beato Padre Pío, quien desde ese momento pasará a ser el primer sacerdote canonizado que ha recibido los estigmas de nuestro Señor Jesucristo.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Los santos y el sacerdocio

Encontré estas palabras de santos amados, que expresan en idéntica sintonía algo de aquello que hay en el interior de mi corazón. .



"¡Oh, la dignidad venerable del sacerdote", exclamaba San Agustín, "en cuyas manos se encarna el Hijo de Dios, igual que se encarnó en el Vientre de la Virgen !"

El Santo Cura de Ars decía: " …los dedos del sacerdote que han tocado el Cuerpo adorable de Jesucristo, que se han puesto dentro del Cáliz donde estaba Su Sangre y en el Ciborio donde estaba su Cuerpo - ¿no puede ser que esos dedos sean más preciosos?"


Durante un éxtasis, la Venerable Catarina Vannini vio a los Ángeles apostarse alrededor de las manos del sacerdote durante la Misa , y sostenerse las durante la elevación de la Hostia y el Cáliz. ¡Ya nos podemos imaginar la reverencia y afecto con que esta Venerable sierva de Dios acostumbraba a besar esas manos!
La Reina Santa Eduviges asistía todas las mañanas a todas la Misas que se celebraban en la Capilla de la Corte , mostrando gratitud y reverencia hacia los sacerdotes que celebraban la Santa Misa. Tenía por costumbre ofrecerles hospitalidad, besar devotamente sus manos, asegurarse de que fueran alimentados y a que se les mostrara todo honor. Exclamaba mostrando un gran sentimiento: "¡Que Dios bendiga a quien hizo que Jesús bajara del Cielo y me Lo dió!"

San Pascual Baylon era portero en un Monasterio. Cada vez que llegaba un sacerdote, el Santo Hermano laico se arrodillaba y besaba sus dos manos reverentemente. La gente decía de el, como decían de San Francisco, que el tenia devoción por las manos consagradas de los sacerdotes. El juzgaba que esas manos tenían poder para alejar los males y para conseguir bendiciones a quien las trataba con veneración, puesto que son las manos de que Jesús hace uso.

El Padre Pío de Pietrelcina deseaba besar afectuosamente las manos de los sacerdotes, al grado que en ocasiones las tomaba sorpresivamente y sin que se lo esperaron, las besaba

El Siervo de Dios, el sacerdote Don Dolindo Ruotolo, quien no admitía que ningún sacerdote rehusara la "caridad" de permitir alguien el besar sus manos.

. "En los sacerdotes yo veo al Hijo de Dios," decía San Francisco de Asís.

El Santo Cura de Ars remarcó en un sermón: "Cada vez que veo un sacerdote, pienso en Jesús." Cuando Santa María Magdalena de Pazzi hablaba de un sacerdote, acostumbraba a referirse a él como a "este Jesús". Por motivo de esta misma estimación, Santa Catarina de Siena acostumbraba a besar el piso por donde un sacerdote había pasado. Un día, Santa Verónica Giuliani vio que un sacerdote subía las escaleras del monasterio para llevar la Sagrada Comunión a los enfermos, y se arrodilló al pie de las escaleras, y entonces así, de rodillas, subió los escalones besando cada uno y humedeciéndolo con las lágrimas que su amor produjo.

El Santo Cura de Ars solía decir: "Si yo me encontrara a un sacerdote y a un angel, le mostraría respeto primero al sacerdote, y después al ángel El sacerdote tiene las llaves para los tesoros celestiales." ¿Quién hace que Jesús venga en las blancas Hostias? ¿Quién pone a Jesús en nuestros Tabernáculos? ¿Quién da Jesús a nuestras almas? ¿Quién purifica nuestros corazones para que podamos recibir a Jesús? Es el sacerdote y nadie más que el sacerdote. El es "el que sirve el Tabernáculo" (Heb. 13:10), quien tiene el "ministerio de la reconciliación" (2 Cor. 5:18), "quien es para ustedes un ministro de Jesucristo" (Col. 1:7), y distribuidores "de los misterios de Dios" (1 Cor. 4:1). ¡OH, cuantas instancias se podrían reportar acerca de sacerdotes heroicos que se sacrificaron y se sacrifican para poder dar a Jesús sus rebaños! Aquí reportamos uno entre muchos casos.
El Santo Cura de Ars solía decir que "únicamente en el Cielo podremos medir la grandeza de esto. Si lo pudiéramos apreciar aquí en la tierra, moriríamos; no de terror, sino de amor... Después de Dios, el sacerdote lo es todo."

"El sacerdote," dice San Bernardo, "por naturaleza es como todos los demás hombres; en dignidad sobrepasa a todos los demás hombres sobre la tierra; por su conducta se debería comparar con los ángeles."


San Francisco de Asís no quiso ser sacerdote porque se consideraba indigno de tan sublime vocación. El honraba a los sacerdotes con una devoción especial, considerándolos como sus "señores", porque en ellos veía únicamente "al Hijo de Dios". Su amor por la Eucaristía convergía con su amor por el sacerdote quien consagra y administra el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Tenía una veneración especial por las manos del sacerdote, las que acostumbraba siempre besar de rodillas, y con mucha devoción. Aun más, acostumbraba hasta besar los pies del sacerdote y las huellas que uno había dejado al caminar.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Acta del Martirio de San Cipriano

En Cartago; destierro, año 257; muerte, año 258

Siendo el emperador Valeriano por cuarta vez cónsul y por tercera Galieno, tres días antes de las calendas de septiembre (el 30 de agosto), en Cartago, dentro de su despacho, el procónsul Paterno dijo al obispo Cipriano:

- Los sacratísimos emperadores Valeriano y Galieno se han dignado mandarme letras por las que han ordenado que quienes no practican el culto de la religión romana deben reconocer los ritos romanos. Por eso te he mandado llamar nominalmente. ¿Qué me respondes?

San Cipriano

El obispo Cripriano dijo:

- Yo soy cristiano y obispo, y no conozco otros dioses sino al solo y verdadero Dios, que hizo el cielo y la tierra y cuanto en ellos se contiene. A este Dios servimos nosotros los cristianos; a éste dirigimos día y noche nuestras súplicas por nosotros mismos, por todos los hombres y, señaladamente, por la salud de los mismos emperadores.

El procónsul Paterno dijo:

- Luego ¿perseveras en esa voluntad?

El obispo Cipriano contestó:

- Una voluntad buena que conoce a Dios, no puede cambiarse.

EL PROCÓNSUL — ¿Podrás, pues, marchar desterrado a la ciudad de Curubis, conforme al mandato de Valeriano y Galieno?

CIPRIANO — Marcharé.

EL PROCÓNSUL — Los emperadores no se han dignado sólo escribirme acerca de los obispos, sino también sobre los presbíteros. Quiero, pues saber de ti quiénes son los presbíteros que residen en esta ciudad.

CIPRIANO —Con buen acuerdo y en común utilidad habéis prohibido en vuestras leyes la delación; por lo tanto, yo no puedo descubrirlos ni delatarlos. Sin embargo, cada uno estará en su propia ciudad.

PATERNO — Yo los busco hoy en esta ciudad.

CIPRIANO — Como nuestra disciplina prohíbe presentarse espontáneamente y ello desagrada a tu misma ordenación, ni aun ellos pueden presentarse; mas por ti buscados, serán descubiertos.

PATERNO — Sí, yo los descubriré.

Y añadió: - Han mandado también los emperadores que no se tengan en ninguna parte reuniones ni entre nadie en los cementerios. Ahora, si alguno no observare este tan saludable mandato, sufrirá pena capital.

CIPRIANO: - Haz lo que se te ha mandado.

Entonces el procónsul Paterno mandó que el bienaventurado Cipriano obispo fuera llevado al destierro. Y habiendo pasado allí largo tiempo, al procónsul Aspasio Paterno le sucedió el procónsul Galerio Máximo, quien mandó llamar del destierro al santo obispo Cipriano y que le fuera a él presentado.

Volvió, pues, San Cipriano, mártir electo de Dios, de la ciudad de Curubis, donde, por mandato de Aspasio Paterno, a la sazón cónsul, había estado desterrado, y se le mandó por sacro mandato habitar sus propias posesiones, donde diariamente estaba esperando que vinieran por él para el martirio, según le había sido revelado.

foto

Emperador Valeriano

Morando, pues, allí, de pronto, en los idus de septiembre (el 13), siendo cónsules Tusco y Baso, vinieron dos oficiales, uno escudero o alguacil del officium o audiencia de Galerio Máximo, sucesor de Aspasio Paterno, y otro sobreintendente de la guardia de la misma audiencia. Los dos oficiales montaron a Cipriano en un coche y le pusieron en medio y le condujeron a la Villa de Sexto, donde el procónsul Galerio Máximo se había retirado por motivo de salud. El procónsul Galerio Máximo mandó que se le guardara a Cipriano hasta el día siguiente. Entre tanto, el bienaventurado Cipriano fue conducido a la casa del alguacil del varón clarísimo Galerio Máximo, procónsul, y en ella estuvo hospedado, en la calle de Saturno, situada entre la de Venus y la de la Salud. Allí afluyó toda la muchedumbre de los hermanos, lo que sabido por San Cipriano, mandó que las vírgenes fueran puestas a buen recaudo, pues todos se habían quedado en la calle, ante la puerta del oficial, donde el obispo se hospedaba.

Al día siguiente, decimoctavo de las calendas de octubre (14 de septiembre), una enorme muchedumbre se reunió en la Villa Sexti, conforme al mandato del procónsul Galerio Máximo. Y sentado en su tribunal en el atrio llamado Sauciolo, el procónsul Galerio Máximo dio orden, aquel mismo día, de que le presentaran a Cipriano.

Habiéndole sido presentado, el procónsul Galerio Máximo dijo al obispo Cipriano:

- ¿Eres tú Tascio Cipriano?

El obispo Cipriano respondió:

- Yo lo soy.

GALERIO MÁXIMO — ¿Tú te has hecho padre de los hombres sacrílegos?

CIPRIANO OBISPO — Sí.

GALERIO MÁXIMO — Los sacratísimos emperadores han mandado que sacrifiques.

CIPRIANO OBISPO — No sacrifico.

GALERIO MÁXIMO — Reflexiona y mira por ti.

CIPRIANO OBISPO — Haz lo que se te ha mandado. En cosa tan justa no hace falta reflexión alguna.

Galerio Máximo, después de deliberar con su consejo, a duras penas y de mala gana, pronunció la sentencia con estos considerandos:
a
San Cipriano de Cartago

- Durante mucho tiempo has vivido sacrílegamente y has juntado contigo en criminal conspiración a muchísima gente, constituyéndote enemigo de los dioses romanos y de sus sacros ritos, sin que los piadosos y sacratísimos príncipes Valeriano y Galieno, Augustos, y Valeriano, nobilísimo César, hayan logrado hacerte volver a su religión. Por tanto, convicto de haber sido cabeza y abanderado de hombres reos de los más abominables crímenes, tú servirás de escarmiento a quienes juntaste para tu maldad, y con tu sangre quedará sancionada la ley.

Y dicho esto, leyó en alta voz la sentencia en la tablilla: —Mandamos que Tascio Cipriano sea pasado a filo de espada.

El obispo Cipriano dijo:

- Gracias a Dios.

Oída esta sentencia, la muchedumbre de los hermanos decía:

- También nosotros queremos ser degollados con él.

Con ello se levantó un alboroto entre los hermanos, y mucha turba de gentes le siguió hasta el lugar del suplicio. Fue, pues, conducido Cipriano al campo o Villa de Sexto y, llegado allí, se quitó su sobreveste y capa, dobló sus rodillas en tierra y se prosternó rostro en el polvo para hacer oración al Señor. Luego se despojó de la dalmática y la entregó a los diáconos y, quedándose en su túnica interior de lino, estaba esperando al verdugo. Venido éste, el obispo dio orden a los suyos que le entregaran veinticinco monedas de oro. Los hermanos, por su parte, tendían delante de él lienzos y pañuelos. Seguidamente, el bienaventurado Cipriano se vendó con su propia mano los ojos; mas como no pudiera atarse las puntas del pañuelo, se las ataron el presbítero Juliano y el subdiácono del mismo nombre.

Así sufrió el martirio el bienaventurado Cipriano. Su cuerpo, para evitar la curiosidad de los gentiles, fue retirado a un lugar próximo. Luego, por la noche, sacado de allí, fue conducido entre cirios y antorchas, con gran veneración y triunfalmente, al cementerio del procurador Macrobio Candidiano, sito en el camino de Mapala, junto a los depósitos de agua de Cartago. Después de pocos días murió el procónsul Galerio Máximo.

El beatísimo mártir Cipriano sufrió el martirio el día decimoctavo de las calendas de octubre (el 14 de septiembre), siendo emperadores Valeriano y Galieno y reinando nuestro Señor Jesucristo, a quien es honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén .

(BAC 75, 756-761)

Las ACTAS DE LOS MÁRTIRES

son la transcripción de los procesos verbales redactados por las autoridades romanas y conservados en los archivos oficiales, que los cristianos conseguían por diversos medios.

En ningún tribunal faltaban los notarii porque recogían taquígraficamente todos los actos del proceso, señaladamente en el interrogatorio, por medio de notae o signos de abreviación. Luego se traducía a escritura vulgar, y así pasaban las piezas a los archivos judiciales.
Pero toda la labor de redacción de las Actas y su conservación en los archivos oficiales era obra de los magistrados romanos. Muchas de las actas fueron destruidas por Diocleciano S.III) que había notado que estos relatos heroicos inflamaban el alma de los cristianos y les daban el ejemplo para sufrir; de ahí que los colocó en los libros de la doctrina proscrita, que ordenó recoger y quemar en la plaza pública.

Su lectura ha hecho mucho bien a los cristianos de todos los tiempos.
Acta de los protomártires romanos

viernes, 10 de septiembre de 2010

martes, 7 de septiembre de 2010

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Aqui estoy solo para Glorificar a Dios y hacerlo Amar.