Las persecuciones pueden venirnos de parte de los malos y de parte también de las personas buenas.
«Ser despreciado, reprendido y acusado por los malos, es realmente dulce para un hombre animoso -dice San Francisco de Sales-; empero ser reprendido, acusado y maltratado por los buenos, por los amigos, por los parientes, eso sí que es meritorio. Así como las picaduras de las abejas son más agudas que las de las moscas, del mismo modo, el mal que proviene de las personas buenas y las contradicciones que nos ocasionan, se toleran con mayor dificultad que las de los otros.» San Pedro de Alcántara, penetrado de la más viva compasión por Santa Teresa, le dijo que una de las mayores penas de este destierro era lo que ella había soportado, es decir, esta contradicción de los buenos. ¿Radica esto en que el aprecio y el afecto de estas personas nos son más estimados, o en que la prueba era menos esperada? ¿Obedece acaso a que las personas buenas, creyendo seguir el dictamen de su conciencia, guardan menos consideraciones? Sean cualesquiera el origen y las circunstancias de estas duras pruebas, nos parece conveniente entrar en algunas consideraciones que ayudarán a santificarías.
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CREO
Hace 6 años