Amigos que pasan y dejan su huella aqui. Gracias por estar .Paz a tu corazon

Recuerda amigo cuando entras a la Casa de Dios pisas Tierra Sagrada.

La Casa de Dios es el lugar más Santo de todo el universo. Cada vez que entres ,recuerda que allí ,vive Jesús en el Sagrario y te espera con AMOR.

Vístete decorosamente, apaga tu celular y ten fe que todo lo que pidas, si eres respetuoso , piadoso en tus actitudes y posturas en el Templo, sera recibido por el Señor con agrado .

Y tu alma ya no será la misma.

Haz silencio. Busca cerrar tus ojos y quédate quieto. Dios esta en su Casa. El Amor puede hablarte íntimamente .

Mi deseo es que Dios se manifieste en ti.


Cristo Resucito, DIOS VIVE ENTRE NOSOTROS

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Persecuciones de parte de las personas buenasTodos los santos han pasado por la persecución, dice San Alfonso

Las persecuciones pueden venirnos de parte de los malos y de parte también de las personas buenas.

«Ser despreciado, reprendido y acusado por los malos, es realmente dulce para un hombre animoso -dice San Francisco de Sales-; empero ser reprendido, acusado y maltratado por los buenos, por los amigos, por los parientes, eso sí que es meritorio. Así como las picaduras de las abejas son más agudas que las de las moscas, del mismo modo, el mal que proviene de las personas buenas y las contradicciones que nos ocasionan, se toleran con mayor dificultad que las de los otros.» San Pedro de Alcántara, penetrado de la más viva compasión por Santa Teresa, le dijo que una de las mayores penas de este destierro era lo que ella había soportado, es decir, esta contradicción de los buenos. ¿Radica esto en que el aprecio y el afecto de estas personas nos son más estimados, o en que la prueba era menos esperada? ¿Obedece acaso a que las personas buenas, creyendo seguir el dictamen de su conciencia, guardan menos consideraciones? Sean cualesquiera el origen y las circunstancias de estas duras pruebas, nos parece conveniente entrar en algunas consideraciones que ayudarán a santificarías.

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4 comentarios:

  1. Todos los santos han pasado aquí abajo por la persecución, dice San Alfonso. Ved a San Basilio acusado de herejía ante el Papa San Dámaso, a San Cirilo condenado por hereje por un Concilio de cuarenta Obispos y depuesto luego vergonzosamente, a San Atanasio perseguido por culpársele de hechicero y a San Juan Crisóstomo por costumbres relajadas. «Ved también a San Romualdo, quien contando más de cien años, es con todo acusado de un crimen vergonzoso, tanto que se intentó quemarle vivo; a San Francisco de Sales, a quien por espacio de tres años se le juzgó manteniendo relaciones ilícitas con una persona del mundo, y esperar por todo ese tiempo que Dios le justifique de esta calumnia; por último, ved a Santa Liduvina, en cuyo aposento entró un día una mujer desgraciada para vomitar injurias a cuál más grosera.» Ninguno de nosotros ignora que nuestro bienaventurado Padre San Benito estuvo a punto de ser envenenado por los suyos, y ¡cuánto no tuvieron que sufrir nuestros primeros padres del Cister, así de sus hermanos de Molismo, como de otros monjes de su tiempo! Otro tanto aconteció al venerable Juan de la Barriére y al Abad de Rancé cuando quisieron implantar su reforma. San Francisco de Asís renunció al cargo de Superior a causa de la oposición que encontró' entre los suyos: Fray Elías, su vicario general, no reparó en acusarle ante un crecido número de religiosos de ser la ruina del Instituto, y este mismo Fray Elías fue el que encarceló a San Antonio de Padua. San Ignacio de Loyola fue encerrado en los calabozos del Santo Oficio. San Juan de la Cruz, habiendo reformado el Carmelo, es arrojado por los Padres de la Observancia en una oscura cárcel, y allí privado de celebrar la Santa Misa durante largos meses, y tuvo además que sufrir rigurosísima abstinencia y las más duras disciplinas y reprensiones. Por idéntico motivo, y a causa de los caminos por los que Dios la llevaba, hubo de sufrir Santa Teresa durísimas vejaciones, de las que se percibe el eco en su Vida. Su confesor, el P. Baltasar Álvarez, sufrió también una especie de persecución motivada por su oración sobrenatural. Otros muchísimos podríamos citar, pero terminaremos por San Alfonso, que fue perseguido durante largos años: como teólogo por los rigoristas, como fundador de los Redentoristas por los regalistas, y finalmente por sus hijos, como ya dejamos dicho. Baronio cuenta cómo el Papa San León IX cedió a las prevenciones contra San Pedro Damiano: «Yo lo digo -añade este sabio Cardenal-, para consolar a las víctimas de estas malas lenguas, para hacer más prudentes a los demasiado crédulos y enseñarles a no prestar fácilmente oídos a las calumnias.»

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  2. Estas persecuciones hallan su aparente explicación en la diversidad de espíritus: «¿Qué acuerdo puede haber entre Jesucristo y Belial?» Los malos no pueden soportar la virtud por modesta y reservada que sea, porque los condena, los molesta y los quiere convertir. Las personas buenas, hasta que no han mortificado bastante sus pasiones (si éstas son numerosas), déjanse cegar y arrastrar cualquier día con menoscabo de la paz y de la caridad. Ejemplo de ello tenemos en el P. Francisco de Paula, encarnizado perseguidor de San Alfonso, que lejos de ser mal religioso, hasta gozaba de reputación muy recomendable. Mucho se hubiera extrañado si se le hubiese predicho que, andando el tiempo, trabajaría con celo digno de mejor causa en perder a su ilustre y santo Fundador, mediante informes tendenciosos, envenenados y llenos de calumnias; hízolo, sin embargo, porque no había combatido suficientemente su desmesurada ambición, que ni siquiera había echado de ver hasta entonces. Los más santos pueden hacerse sufrir mutuamente, ya porque se engañan, o porque no entienden su deber de la misma manera, existiendo como existe entre los hombres diversidad de miras y caracteres.

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  3. Mas para penetrar a fondo el misterio de estas pruebas es preciso remontarse hasta Nuestro Señor y penetrar en los consejos de la Providencia. Jesús nos advierte que ha venido a traer la espada y no la paz, y que los enemigos del hombre serán los de su casa; que ha sido perseguido y hasta se ha llegado a llamarle Belcebú, y que no es el discípulo más que su Maestro; se nos odiará, se nos perseguirá de ciudad en ciudad, se nos entregará y llegará tiempo en que los mismos que nos den la muerte crean hacer un servicio a Dios. El Apóstol, a su vez, se hace eco de su Maestro: «Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo padecerán persecución»; pero termina diciendo el Señor, «bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Cuando os maldijeren y persiguieren y se hubieren dicho contra vos todos los males imaginables sin razón y por mi causa, regocijaos, alegraos porque vuestra recompensa es grande en el Reino de los cielos y tened presentes a los Profetas, que antes que vosotros fueron también perseguidos». Y ¿qué fin se propone la Providencia con estas pruebas purificadoras? Quiere señalar todas sus obras con el sello de la cruz, despojarnos de la estima y afecto propio, formarnos en la paciencia, en el perfecto abandono, en la caridad sólo por amor de Dios, consumar la santidad de sus mejores amigos.

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  4. Jesús humilde, despreciado, víctima de la iniquidad, pero manso y humilde de corazón en medio de los ultrajes, amante y abnegado hasta la total efusión de su sangre a pesar de todas las injusticias y perfidias, es el Maestro que nos muestra el camino, el Modelo al que el Espíritu Santo ha encargado la misión de hacernos semejantes. La Providencia emplea a los buenos y a los malos como instrumento para reproducir en nosotros a Jesús ultrajado, vilipendiado, tratado indignamente; pero al propio tiempo el Espíritu Santo nos ofrece la gracia, obra en nosotros para hacernos imitar fielmente a Jesús manso y humilde de corazón, a Jesús lleno de dulzura y de heroica caridad. Caminar con paso resuelto por las huellas de Jesús perseguido, es entrar en las vías de la santidad. Murmurar, quejarse y andar con repugnancia, es arrastrarse penosamente en la mediocridad. San Alfonso, por su parte, dice: «Persuadámonos que en recompensa de nuestra paciencia en sufrir de buen grado las persecuciones, tendrá Dios cuidado de nosotros, pues es Dueño de levantarnos cuando quisiere. Mas aunque fuera preciso vivir en lo sucesivo, bajo el peso del deshonor, existe la otra vida, en la que por nuestra paciencia seremos colmados de honores tanto más sublimes.»

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Querido hermano en Cristo espero tus palabras. Entre todos nos unimos en comunion de oracion.
Un abrazo

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Aqui estoy solo para Glorificar a Dios y hacerlo Amar.