El recuerdo de Domingo permaneció siempre vivo entre sus familiares y amigos. Más que pedir por él, se encomendaban a su intercesión, convencidos como estaban, de que gozaba de la visión beatífica.
Carlos Savio, padre de Domingo, cuenta con sencillez, cómo Dios quiso consolarlo con una visión misteriosa.
Una noche en que no podía conciliar el sueño, vio que el techo se abría y aparecía Domingo radiante de luz. Fuera de sí, Carlos exclama:
-¿Cómo estás, dónde te encuentras?
-Papá, -responde una voz celestial- estoy feliz en el Paraíso.
Todo fue cosa de un momento. Al desaparecer la visión reinó nuevamente la oscuridad en aquella habitación.
Carlos consideró aquello como una gracia especial.
Más aleccionador fue el sueño que tuvo Don Bosco, la noche del 6 de diciembre de 1876.
Don Bosco se encontraba en el Colegio de Lanzo. En medio de hermosos jardines y mientras contemplaba ricos y magníficos edificios, oye la música más grata que pudiera imaginarse, como cien mil instrumentos y un coro infinito de voces, una alegría inusitada en todos los rostros. De repente una turba inmensa de jóvenes se dirige hacia él. A la cabeza de todos viene Domingo Savio. Le siguen sacerdotes, clérigos y jóvenes.
Domingo se detiene cerca de Don Bosco. Reina completo silencio. Domingo hermosísimo, lleno de luz, con una túnica larga que llega hasta los pies, entretejida en oro y decorada con diamantes. Un ancho cinturón rojo ciñe su cuerpo. Un brillante collar de luz vivísima adorna su cuello.
Don Bosco tiembla emocionado. Pero Domingo rompe el silencio y obliga a Don Bosco a dejar esa actitud de reserva y de miedo. Dice Domingo:
-¿No me conoces? ¿No recuerdas el bien que me hiciste? ¿No correspondí yo a tus cuidados? ¿Por qué tienes miedo?
Don Bosco cobra ánimo y pregunta que si eso que ahora ve es el cielo.
Domingo responde:
-Estás en un sitio donde reina la alegría y la paz, pero no es el cielo. Todo, la luz, la música, el canto son cosas naturales.
-¿Podría ver un rayito de luz sobrenatural? -pregunta Don Bosco-.
-De ninguna manera, -responde Domingo-. No lo podrías resistir. Está reservado para la otra vida, cuando pases a ver directamente el rostro de Dios.
Don Bosco insiste.
-¿Podré ver, al menos, un destello de luz?
-Mira hacia allá lejos, -le dice Domingo-.
Y Don Bosco percibe un rayo de luz como una hebra de hilo tan resplandeciente y luminoso, que se ve obligado a cerrar los ojos. En ese momento, Don Bosco lanza un grito tan fuerte, que despierta al sacerdote Lemoyne, que duerme en el cuarto contiguo.
Y luego, Don Bosco se anima y continúa preguntando sobre la Iglesia, la congregación, los alumnos...
Domingo le complace y, al terminar, le ofrece un ramo de flores. Representan las virtudes que más le agradan a Dios. La rosa simboliza la caridad; la violeta, la humildad; el girasol, la obediencia; la genciana, la mortificación; las espigas, la Eucaristía; el lirio, la pureza y la siempreviva, la perseverancia. Don Bosco quiere saber algo más y pregunta a Domingo:
-¿Qué fue lo que más te consoló en el momento de la muerte?
Domingo le responde:
-Lo que más me consoló en aquella hora fue la presencia de la Madre de Dios.
-Acerca del futuro, ¿tienes algo que decirme?
-El año entrante, 1877, tendrás una gran prueba, pues seis jóvenes y dos salesianos pasarán a la eternidad. Pero, no temas, irán al Paraíso y tú tendrás otros hijos, buenos también. El Papa Pío IX morirá pronto y recibirá el premio a sus méritos.
Domingo le entrega a Don Bosco tres listas. En la primera aparecen los nombres de los "invulnerati", (no heridos) los jóvenes que siempre han conservado la amistad con Dios. En la segunda los "vulnerati", (heridos) que habían pecado gravemente, pero luego, con una acción penitencial sincera, habían regresado al estado de gracia. La tercera, la de los "lássati in via imiquitatis", los que voluntaria y obstinadamente se alejan de Dios con una vida pecaminosa. Al abrir esta lista una fetidez insoportable se esparció por todas partes y se infiltró en paredes y ropas.
Don Bosco hizo la última pregunta:
-¿Qué se goza en el cielo?
-En el cielo se goza de Dios y Dios es Infinito, -responde Domingo a la última pregunta de Don Bosco-.
Más tarde, Don Bosco narró a los salesianos y niños este sueño y todos quedaron sumamente impresionados. Los vaticinios anunciados por Domingo se cumplieron y su fama de santo se extendió por todas partes. Las gracias y favores atribuidos a su intercesión fueron tantos, que se pensó seriamente en introducir la Causa de Beatificación y Canonización.
CREO
Hace 7 años
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Querido hermano en Cristo espero tus palabras. Entre todos nos unimos en comunion de oracion.
Un abrazo